Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto

El padre se folla a la hija, y el fruto de esa follada se folla a su madre y a su hija, eran cosas de los Venados, una familia atípica.

"Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto", así se lo dijo Pedro a mi sobrina Chelo, una muchacha morena, de pelo negro y largo, pecosa, delgada, con tetas pequeñas y con un culito pequeño y respingón que se marcaba en sus pantalones vaqueros.

Esto que os voy a contar ocurrió hace muchos años y me lo contó mi sobrina unos días después de darle un beso a nivel que casi le caen las bagas a plomo y de que nos viera Pedro, el Venado, que pasaba por el camino haciendo eses. Estábamos los dos solos en la s...

Comer y follar todo es empezar

Un maduro se quiere aprovechar de una muchacha y es ella la que se acaba aprovechando de él.

Era la una la madrugada de un sábado del mes de mayo e iba cargado, no llegaba a borracho pero le llegaba bien. La noche estaba estrellada y el tráfico brillaba por su ausencia. Al pasar por delante de un escaparate de ropa vi a un maniquí desvistiendo a otro. Seguí andando hasta que me di cuenta de lo que había visto, entonces di media vuelta y me puse a mirar lo que pasaba detrás de la luna. El maniquí, que era de mujer, ya estaba desnudo. El otro maniquí, con un vestido en la mano, me miró, sonrió y le d...

La reina

...- De romántica, nada. Me gusta que me arranquen las bragas. Que me huelan el coño y el culo antes de comerlos, que al follarme por detrás me azoten el culo. Que me aten. Que me jalen el pelo. Que me digan palabras obscenas...

Mi esposa y yo habíamos tenido una discusión muy gorda y se había ido para la casa de su madre. Yo reía delante de mis amigos y familia pero la procesión iba por dentro. Esa tarde había quedado sin tabaco y fui a la casa de enfrente a pedir un cigarrillo. En esa casa vivía una tía de mi esposa y sus primos. Al primero que encontré debajo de la parra que tenían enfrente de la casa fue a Julio, un muchacho rubio de diecisiete años, más delgado que yo, de mi estatura y a su hermana Conchi, una chavala de dieci...

Agustina y el violador

Un violador entra un noche en una casa y encuentra a la mujer haciéndose un dedo en su cama con el marido durmiendo al lado.

En un barrio gallego de Pontevedra de cuyo nombre me acuerdo bien, se sucedieron una serie de violaciones que nunca salieron ala luz, ya que violador era para las violadas lo que para sus abuelas fuera Rodolfo Valentino. Algunas se contaban entre ellas lo sucedido pero no lo denunciaban. Voy a contar el caso de Agustina.

Agustina, era una mujerona que dejaría a las tres gracias de Pedro Pablo Rubens a ras del suelo, había ido a comprar al supermercado. Renato, un hombre maduro, alto, muy fuerte, vesti...

Oral, vaginal y anal para una embarazada

Riccardo tenía hambre, su nuera tenía ganas de comer, y ya se sabe lo que pasa cuando se juntan el hambre y las ganas de comer

Riccardo era italiano, de cabello negro y rizado, bajo de estatura y muy ancho de espaldas, vivía en Londres, tenía cuarenta y cinco años, era enfermero de profesión, jefe de enfermeros para ser más preciso. El Ford Scort al que le había puesto un motor del desguace era el coche número quince que quemara corriendo rallies cómo aficionado. Yo había trabajado en el turno de mañana en el mismo hospital y sala en la que el trabajaba y le echaba una mano con el coche. Sonando en la BBC la canción de Abba: Waterl...

Cosas de aldea

Viviendo la vida loca a mi tía la follé y me corrí en su culo y en su boca y mi prima, en un desliz, me llevó a la huerta de maíz.

En las aldeas gallegas durante los años sesenta, había mucha necesidad. En mi aldea, algunas mujeres iban a la ribera a coger berberechos, almejas, caramujos, y mejillones para vender y para comer, otras trabajaban en las huertas de sol a sol, para plantar patatas, guisantes, maíz, trigo... Lo que tocase en cada temporada, esto junto a los cerdos, gallinas, conejos, ovejas, cabras, quien tenía la suerte de tenerlas, les daba de comer, ya que los sueldos que ganaban los maridos e hijos no daban para nada. Po...

La muñequita de mis sueños

-Necesito echarte un polvo, si no te lo hecho me voy a volver loco.

Me tenía malo con sus fotos en las que estaba desnuda y con las confesiones sobre sus pajas porque el marido no le daba lo que necesitaba. Averigüé donde vivía. Pille el auto de alquiler y me fui a buscarla bajo una falsa identidad de médico.

Me presenté en su casa, a las diez de la mañana y arriesgándome a que me abriera la puerta su marido. La abrió ella en bata de casa de color gris. Parecía un gran señora. La gran señora se quedó mirándome cómo si hubiese visto un fantasma, le dije:

-Hola, m...

Anastasia

-Nunca adivinarías lo que me dijo tu tía. -¿Qué te dijo, tío? -Que quiere hacer un trío conmigo y con otra mujer.

Anastasia, hija de madre rusa, padre gallego y criada en Galicia, estaba a cuatro patas sobre la cama y ya echaba por fuera, Lucas, su tío, haciéndola sufrir, le había comido el coño, y cuando estaba a punto de correrse, dejara de comerlo. Le había follado el coño, y de nuevo, cuando se iba a correr, se la quitara... Ahora le estaba comiendo el culo, Anastasia, sintiendo la punta de la lengua de su tío entrar y salir de su ojete, le dijo:

-¡Clava tu polla en mi culo!

Lucas, un hombre alto, moren...

Ver una masturbación femenina me puso negro

Cada uno folla a su manera, a mi me gusta follar cómo os lo cuento en este relato.

Este relato es para decirle a una de mis lectoras (me mando unos videos masturbándose) lo que me gustaría hacerle y cómo cogería con ella si nos encontráramos.

Era el único cliente de un bar de mala muerte. Estaba de pie frente a la barra tomando un cerveza bien fría y aburrido cómo una ostra cuando entró ella y le pidió al barman cambio para sacar de la máquina expendedora un paquete de cigarrillos. La miré y me sonrió. No era muy alta, ni gorda ni delgada, tenía los ojos café claro, los labios chiqu...

Si me ayuda dejo que me haga cochinadas

Un maduro se quiere aprovechar de los apuros de una joven para follarla y es ella la que acaba follándose a él

Maribel estaba en el monte, dormida, tomando el sol cómo las lagartas. Yo tenía 40 años. Iba con mi perro León en su busca cuando la vi de aquella guisa, descalza, con su falda verde arremangada bien arriba de las rodillas y con las manos detrás de la nuca, lo que al estar con una camiseta blanca de tiras, dejaba ver los pelos negros de sus axilas. Estaba en posición para comerla muy despacito. La desperté tocándole con una mano en un hombro. Abrió los ojos, se sentó, bajó la falda, y muy seria, me dijo:

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