La Madrastra (4)
Ella de nuevo calló, ciertamente ninguno de los dos era inocente en aquella batalla de reproches...
¿Sabes lo que más me dolió…?
Al día siguiente me puso el desayuno como cada mañana. Seguía tan fría como cuando me encontró en el baño, distante y fría. Supongo que no era para menos tras lo que le hice. En cierta medida me sentí culpable por ello, pero admito que fue un acto improvisado, visceral y alocado, pues la juventud es lo que tiene.
Mi padre estaba desayunando conmigo, así que no había mucho espacio para continuar la charla que traté de entablar en la noche. De modo que esperé hasta q...