Abrí a dos rubias que llamaron a mi puerta 4

Tras descubrir que la misión de esas jóvenes era verificar si los hombres servirían para alimentar con su semen al resto de las hembras de su especie, Miguel y la mulata comprenden que la única forma de salvar de la esclavitud a la humanidad es que esas dos descubran su vertiente humana vía el sexo.

La sensación de ser usado apenas me dejó dormir. En cuanto intentaba cerrar los ojos, el convencimiento que esos dos seres solo buscaban la supervivencia de las hembras de su especie volvía con fuerza a mi mente. Daba igual que personalmente no tuviera queja del trato que había llegado con ellas, me reconcomía saber que el futuro de la humanidad dependía de cómo con Tomasa afrontaríamos esa situación. Por la noche y gracias al alcohol, Ua me había revelado parte de sus planes y según la poca información que...

Abrí a dos rubias que llamaron a mi puerta 3

Las dos extrañas jóvenes van descubriendo que sus cuerpos humanos reaccionan a la sexualidad de una forma desconocida mientras Miguel trata de comprender que las ha traído a su vida e intenta asimilar que además de ser su proveedor de semen debe de educarlas.

Al llegar al pequeño aeródromo del pueblo, la belleza de nuestras acompañantes despertó la curiosidad de los cinco empleados de esa instalación, los cuales sin cortarse nos acompañaron hasta la puerta del bimotor para así tener la oportunidad de contemplarlas por más tiempo. Ya estaba subiendo por la escalinata cuando escuché a uno alabar las tres hembras que se había agenciado el gallego. Extrañado que incluyeran a Tomasa, me giré y observé que. a pesar de nuestras advertencias, habían retocado a la mulata...

Abrí a dos rubias que llamaron a mi puerta 2

Cuando todavía no se habían acostumbrado a su recién estrenada relación, Miguel y la mulata toman bajo su amparo a las dos extrañas jóvenes a pesar de saber que no son humanas mientras van descubriendo sus poderes y cómo su presencia va a ir trastocando la vida de los dos.

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Sobre las diez y media desperté todavía abrazado a Ua. La joven debía de haber amanecido antes y al sentir que me movía, usando su voz en vez de sus hebras, me preguntó si había descansado. Sorprendido de que durante la noche hubiera aprendido a hablar y que lo hiciera con una mezcla entre el acento de Tomasa y el mío, respondí que cómo era posible. Luciendo una sonrisa que me dejó embobado, me informó que ambas habían aprovechado las horas para practicar con sus cuerdas vocales.

―Tienes una...

Abrí a dos rubias que llamaron a mi puerta

Cansado de su ajetreada vida, Miguel vende todo para irse a vivir a Costa Rica. Allí se compra una pequeña finca sin saber que al cabo de unos meses su existencia se verá trastocada cuando dos mujeres aparecen en su puerta en mitad de una tormenta

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Hasta las narices de una vida llena de estrés decidí dar carpetazo a todo lo anterior y tras vender mi empresa, mi casa y mi coche, llegué al aeropuerto donde cogí el primer vuelo hacia Costa Rica. Con euros suficientes en mi cuenta bancaria para rehacer mi vida, me compré una finca muy cerca del Parque Nacional de Corcovado en la provincia de Puntarenas. Elegí ese sitio para retirarme con cuarenta años gracias a la belleza de su naturaleza y la bondad de sus gentes.  Con una casa colonia...

Un pequeño hombre y sus compañeras de clase FIN

El enano confiesa a la mulata que Ana y Cayetana lo han violado y ésta decide vengarse. Por ello, las chantajea con las fotos de su pecado y las obliga a alquilar un piso donde someterlas sexualmente. Con este capítulo, termina la serie donde un pequeñín se sobrepone a todo con ayuda de su novia.

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A pesar de parecer que había transcurrido una eternidad desde que había entrado, en el portal miré el reloj y vi que todavía no habían dado las siete. Cómo Altagracia no cenaba hasta las nueve y media, la llamé diciendo que quería verla.

―Ven por mí― me dijo.

Comprendí que si no había preguntado cómo me había ido era porque barruntaba que no le iba a gustar mi respuesta.

«No me va a creer», pensé ya que si alguien me llegaba y me decía que dos preciosidades lo acababan de violar...

Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase 3

Después de que Ana los hubiese visto follando y el enano la hubiera rechazado, tanto ella como Cayetana rehúyen cualquier contacto hasta que una tarde le piden quedar. Pedro sabe que es una encerrona, pero nunca prevé que sus amigas hubiesen decidido hacerlo suyo ¡aunque fuera por la fuerza!

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Al día siguiente, Altagracia me estaba esperando en la puerta de la universidad y al verme volvió a demostrar lo poco que le importaba la gente, dándome un largo y apasionado beso. Un tanto acomplejado por esa muestra de cariño, le pregunté si me había echado de menos y con el desparpajo que me traía loco, me contestó que gracias a las fotos que tenía en el móvil se le había hecho más llevadero el no estar conmigo.

―¿Y eso?― pregunté.

Desternillada de risa, respondió:

―Me pasé t...

Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase 8

Altagracia se entera de la paja que Pedro ha hecho a su amiga en mitad de la disco, pero en vez de montarle la bronca decide que esa noche Ana la vea follaundo con el enano para así demostrarle que no solo es su novia sino la única hembra que necesita y por ello la invita a que los acompañe a casa.

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Ya en el coche, Altagracia me dijo que quería probar a qué sabía el coño de Ana y sin darme opción a responder, tomó mis manos y comenzó a lamer mis dedos. Acojonado pero excitado a la vez, le pregunté cómo se había dado cuenta.

―¿De qué le has hecho una paja?― contestó: ―Era consciente de que esa guarra te iba a provocar y conociendo lo perverso que te muestras conmigo, supe que no ibas a perder la oportunidad. Por eso estuve cachondeando a su novio para darte cancha.

Todavía sin sab...

Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase 7

Con el culo de Cayetana y las tetas de Ana rondando en su cabeza, Pedro va a ver a la mulata. Esta le recibe llenándolo de mimos mientras le pide que la deje realizar uno de sus sueños. El enano acepta sin saber que lo que quería era masturbarse frente a él.

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Tardé casi media hora en ir de Orense a su barrio y esos treinta minutos me sirvieron para meditar sobre el comportamiento de Ana y Cayetana durante esos últimos días. Haciendo memoria, asumí que ese cambio debió de empezar antes de la paliza que me dieron en el bar, ya que esa tarde y en diferentes momentos tanto la rubia como la morena habían abusado de mi ingenuidad metiéndome mano.

A partir de ese momento, todo parecía acelerarse. Primero habían pedido a Altagracia que se acostara conmi...

Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase 6

Ana y Cayetana se enteran de que la mulata se ha acostado con el enano, pero en vez de alegrarse sienten celos al darse cuenta de la tontería que han hecho al contratar a una extraña, cuando deseaban ser ellas quienes lo estrenaran. Por ello, ambas se lanzan a reconquistar lo que creen suyo.

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Ana y Cayetana se enteran de que la mulata se ha acostado con el enano, pero en vez de alegrarse sienten celos al darse cuenta de la tontería que han hecho al contratar a una extraña, cuando deseaban ser ellas quienes lo estrenaran. Por ello, ambas se lanzan a reconquistar lo que creen suyo.

Eran cerca de las once de la mañana, cuando el sonido de un móvil nos despertó. Altagracia reconoció que era el suyo y levantándose de la cama, fue a contestar. Pero al cogerlo y ver quien la llamaba, me...

Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase 5

Tras desvirgarlo, Altagracia le confiesa el acuerdo por el cual le iban a pagar 100€ si se acostaba con él mientras le pide que no la eche de su lado porque junto a él ha descubierto un placer desconocido. Pedro, el enano, se enfada, pero la perdona apabullado por la belleza y la sexualidad de la mulata.

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Para alguien aquejado de enanismo, el estar en la cama con una diosa de uno ochenta era algo que no estaba a su alcance. Por ello mientras Altagracia se afanaba en buscar mi placer usando su boca como si de su sexo se tratase, me quedé pensando en lo raro que era eso.

Al darse cuenta de que mi verga perdía fuelle y que a pesar de sus intentos no conseguía levantarla, la mulata me preguntó que me ocurría.

―No entiendo que has visto en mí― respondí con la mosca detrás de la oreja.

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