La historia del jefe acosado por su secretaria

Tras un divorcio amistoso, Lucas Garrido se queda sin secretaria y para sustituirla contrata a la hermana de su segundo, sin saber que era un bombón tan negro y sabroso como el café solo y cuya efectividad en el trabajo solo era comparable con la fijación que sentía por acostarse con su jefe.

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A pesar de ser consciente de que el acoso en una organización siempre se debe de atajar ante los primeros indicios, he de decir que en el caso del que protagonizó Patricia mi comportamiento no fue o no tuvo la diligencia que exigía a los colaboradores bajo mi mando.  Y es que su actitud traspasó los límites que en otro caso hubiera supuesto su despido inmediato. Si alguien me preguntara porqué lo permití la respuesta fue una suma de factores:

El primero de todos fue su sexo, estaba habituado...

Los problemas de convivir con una jovencita FIN

Tal y como la americana previó, tras el castigo, la madura y la latina se acercan a la cama en busca de perdón, aunque en el caso de esta última ese perdón signifique dejar de ser virgen y que el maduro la haga suya. Con este capítulo termina la serie y os anticipo que no es todo un camino de rosas.

El castigo a Lidia se prolongó más del tiempo que habíamos previsto y por ello ya estábamos pensando en llamar la atención de María cuando el ruido de unos pasos por el pasillo nos informó que llegaban. Durante esos minutos, Elizabeth había intentado hacerme ver cómo debía comportarme con ellas para que aprovechar su estado anímico en nuestro favor, haciendo sobretodo hincapié en que debía “esperar”. Según había insistido la pelirroja, todos sus actos habían ido encaminados a que esas dos sintieran que yo e...

Los problemas de convivir con una jovencita 9

Cuando peor y más desvalido se siente, nuestro protagonista oye a las tres mujeres discutir y descubre que la americana, esa asesina sin escrúpulos está indignada por lo sucedido. Pensando en que no le va siquiera a hablar, Elizabeth se acerca a su habitación y Alberto la recibe empotrándola...

Sintiéndome un imbécil por lo cerca que había estado de confiar en ellas tras lo que acababa de ver y escuchar, me quedé planeando y pensando mis siguientes pasos. Aunque tenía claro que ese par de putas ambicionaban seguir su relación bajo el paraguas de un matrimonio hetero y que, por tanto, su supuesta entrega solo era un paripé con el que engañarme, seguía sin tener idea de cómo debía actuar. Ya que a pesar de saber que el egoísmo era lo que las impulsaba a tenerme a su lado, era evidente que las necesi...

Los problemas de convivir con una jovencita 8

Cuando Alberto despertó en brazos de la americana, ésta volvió a demostrar lo caliente que era y mientras la amaba, el maduró se olvidó de que en su casa permanecían dos intrusas: su compañera de estudios y la latina. Ese momento de placer fue solo un paréntesis en sus problemas...

Pocas horas después, el sonido de una melodía me despertó y al abrir los ojos, me topé con Elizabeth a mi lado. Avergonzada al ser descubierta velándome mientras cantaba calló, pero entonces le pedí que siguiera reconociendo mi sorpresa de que tuviera una voz tan formidable.

-Tu pecosa tiene muchos dones que todavía no conoces- susurró deslizándose por mi cuerpo mientras retomaba la canción.

Increíblemente, mi vetusta anatomía se reactivó al sentir que agarrando mi pene como si fuera un micrófon...

Los problemas de convivir con una jovencita 7

La alegría de saber que volvería a tener otra oportunidad con la americana le hace llegar a casa y nada más entrar, empotró a la cincuentona. Ésta no solo lo recibió encantada, sino que, en mitad del polvo, le informó del éxito del tratamiento de fertilidad y pidió que la preñara.

Esa tarde al salir de la empresa, estaba con ganas de ponerme el mundo de chistera y aceleré para llegar con mis mujeres. Cuando digo mujeres en plural no se debe a un lapsus, en ese momento sentía mías a la dos y estaba dispuesto a olvidar que solo era un medio con el que podían conseguir sus metas. Por eso, cuando María salió a recibirme no lo pensé y levantando su falda, directamente la empotré contra la pared sin darle opción a quejarse.

  • ¡Como vienes! – exclamó divertida al sentir sus bragas hec...

Los problemas de convivir con una jovencita 6

Saber que la americana está a punto de entrar en su cama en la cama que compartía con la cincuentona y con la joven, renovó las dudas del maduro. Pero cuando está llegó menospreciándolo por su edad, nuestro protagonista decide darle una lección, tratándola como sumisa y comportándose él como su amo.

La sensación de derrota no me dejaba ni respirar mientras las esperábamos. No me quedaba duda que esa hija de puta se había salido con la suya al propiciar de una manera tan ilusa que el enemigo se metiera en nuestra cama. Era tanto mi cabreo que María se dio cuenta y mientras me desnudaba, me preguntó qué me ocurría. Como no podía ni debía confesar que la pelirroja era una espía del gobierno americano, le respondí que lo raro que me resultaba que una hembra semejante un día apareciera en nuestras vidas y a...

Los problemas de convivir con una jovencita 5

Con el recuerdo de su semen corriendo por las mejillas de la hispana, el maduro se despierta arrepentido y consciente del placer que había sentido al pajearse en la cara de la joven, supo que repetiría. Ese día se une a la lucha de la cría pasándole unos papeles sobre un ministro de su país.

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Cuando amanecí, estaba solo en la cama y debo confesar que fue una liberación, ya que lo último que me apetecía es que cualquiera de las dos me llegara en buscas de caricias. Me sentía hundido, jodido y arrepentido al ser consciente de lo mucho que había disfrutado al pajearme sobre la cara de Lidia. Y es que por mucho que lo negara, verla devorando mi lefa fue algo que me resultó la mar de morboso y en mi interior supe que no tardaría en repetirlo, aunque eso supusiera una victoria más de ese pu...

Los problemas de convivir con una jovencita 4

Los problemas del maduro se intensificaron al descubrir que la impresionante espía americana había conseguido que les abrieran una auditoria. Tras deshacerse de la pelirroja, vio que esa zorra se había dejado un dossier. Al leerlo, descubrió que la cincuentona y la joven era amantes desde antes.

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Ni siquiera desayuné en el chalet y tras coger las llaves, desaparecí rumbo a la oficina. Desde que cerré la verja, sentí que un todoterreno me seguía y creyendo que eran imaginaciones mías, enfilé hacia la autopista. No fue hasta llegar a la Castellana cuando reparé en que ese vehículo continuaba tras de mí y supe que no podía ser casualidad y que alguien observaba mis pasos. Recordando mi encuentro con la militar americana, comprendí que si no era su gente debía ser alguno de los secuaces del he...

Los problemas de convivir con una jovencita 3

Al llegar a la casa, la cincuentona se echa a llorar al recordar la forma en que dejó que la joven la masturbara. El maduro consigue que pase dentro y ahí Lidia les sorprende vestida de criada. Impactada, piensa que su amigo y esa cría se acuestan, pero entonces ésta le informa que sigue virgen

Mis ensoñaciones se cortaron de cuajo cuando al aparcar el coche la descubrí llorando y mientras Lidia desaparecía hacia la casa, me quedé tratando de consolar a mi excompañera. Durante cerca de cinco minutos, no dejó de sollozar tapándose la cara con sus manos haciéndome temer por el resultado de esa noche. Sospechando que me iba a quedar a dos velas, le pedí que se tranquilizara al ver su angustia por si podía reconducir la velada y finalmente llevármela al huerto.

-Yo no soy así- murmuró avergonzad...

Los problemas de convivir con una jovencita 2

La extraña fijación de la jovencita y los treinta años de diferencia que se llevan asustan al maduro. Tratando de comprenderlo, pide ayuda a un psiquiatra, el cual sospecha que Lidia sufre estrés postraumático. Todo se complica cuando una antigua compañera de estudios se entromete entre los dos.

Sin que mis años me sirvieran para saber cómo salir del embrollo en el que inconscientemente Jacinto me había metido, me vestí con la ropa que la joven me había elegido y sin desayunar, salí de la casa. Ya estaba en el coche cuando corriendo Lidia se acercó y me dio el café que me había preparado con una sonrisa:

-Hasta esta tarde, mi señor.

Mi desolación se incrementó al notar la ternura de su voz y comportándome como un insensible, cogí la taza, me la bebí de un trago y sin dar las gracias, sa...