Niña mía, puta mía

Ese oscuro deseo que nace de tu oscura mirada, que se agita a la vez que tus densas pestañas se agitan. Sabes que puedes hacer conmigo lo que quieras, lo sabes de siempre.

No, no me cansas, hija mía. Sabes que no me cansas. Pero es que este cuerpo mío está derrengado. Y uno ya no está para tus trotes. Entre tú y tu madre me robáis toda la vitalidad. Y tú… tú quieres sorberme la propia vida. Mi vida, mi niña.

Me miras con esos grandes ojos dorados repletos de lascivia, cejas fruncidas; de tus labios rebosa saliva brillante que recoges con tu lengua. Antaño no me mirabas así. No sé qué ha cambiado. Es tu madre quien se fija en todo. Yo solo acierto a ver las diferencias c...

Suela inmunda de zapato

Juguemos a un juego, ¿quieres? Yo me dejo hacer. ¿Por qué? Porque sí, porque quiero que me hagas. Házmelo, sí, lo estás deseando. Házmelo.

Mi marido se llama Raúl.

A Raúl le encanta ver cómo me arrastro panza abajo por la alfombra del dormitorio, desnuda, con el cabello desmadejado y desperdigado por la alfombra, lamiendo mi vientre la alfombra de nudo largo.

Su pie, enfundado en calcetín ejecutivo y zapato caro, presiona sobre mi hombro desnudo. La suela está sucia en contraste con el charol negro del zapato —al que antes dediqué varios minutos previos para que ahora brillase luminoso—.

Raúl suelta una risita nasal mientras...

Cerezas negras y albaricoques maduros

Laura ha trazado el rumbo de una nueva vida junto al mar. Una vida que, cree, vivirá sola; equivocándose. Porque Roberto sigue a su lado.

Había algo en el aire que fluía y que no descansaba, que irradiaba deseo; una mezcolanza de sabores y olores y formas que chisporroteaban. Algo que excitaba y provocaba, que mortificaba la carne, los sentidos, el sexo, la imaginación.

Laura pensaba en ese algo.

Se acababa de levantar del colchón tirado en el suelo antiguo. Frente a ella, un gran ventanal de amplios cristales —abierto de par en par— permitía otear la vista del puerto del pueblo. También el puerto, el faro blanco algo más lejano,...

La chica que quiso saber

Paula, una adolescente, no es ajena a los sentimientos que siente por su padre. Pero no quiere dañar a su novio. Y, por si fuera poco, está el misterio de aquel muerto al que todos, en el edificio, olvidaron. Porque todos tenemos secretos. Y Paula querrá desvelarlos, sea como sea.

CAPÍTULO —1—


El hombre delgado abrió la puerta y entró en casa con dificultad, arrastrando la pierna izquierda, sintiendo el peso de mil soles sobre su espalda. Cuando por fin entró en casa, chasqueó con la lengua y luego dejó escapar un hondo suspiro.

Muy hondo.

El arrastrar la inútil pierna izquierda era un completo marrón. Por si no bastase con la insoportable depresión, también estaba la cojera. La puta cojera.

Se metió una mano en los bolsillos para dejar el conteni...

Ojo rasgado vertical

Relato erótico futurista. En la ciudad inter-nivel de Washington, el capturador Dick Ferris recibe un encargo. Parece una captura más. Pero en este mundo ya nada es lo que parece. Lo real y lo virtual se confunden igual que el sexo y el amor.

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El hombre desactivó el foco láser antes de entrar en el cubículo público de terapia emocional regenerativa. Era la práctica usual de aquellos que, como él, portaban armas. Además, si no lo hubiese hecho, el cerebro virtual del cubículo se lo habría recordado. Incluso podría avisar a un representante de la ley. O sea, alguien como él.

Porque la ley estaba para cumplirla. A rajatabla.

Afuera, en la calle, soplaba un viento muy seco que traía el aroma repelente de un cuerpo en descompos...

Arrebato intergeneracional en el centro comercial

Un viejo chocho y una jovencita provocadora vivirán una caliente aventura en un lugar público.

CAPÍTULO 1



Los ancianos estaban sentados en un banco del centro comercial. Esperando a que la vida diese un giro inesperado.

O cualquier otra cosa.

Estaban sentados en un banco privilegiado. Un banco situado junto a las puertas de acceso desde donde veían a la gente entrar y salir del centro comercial.

La gente entraba y salía. No con la intensidad de una hora de máxima afluencia, pero sí la suficiente como para mirarlos y juzgarlos.

Juzgarlos y sojuzgarlos....

Aquella mujer que conocí después de tener sexo

La vida actual está llena de rapidez, carreras, urgencia por terminar cuanto antes. Optimizar el tiempo, dicen. Eso hace que el juego de la conquista a veces se invierta.

Adelaida me cubrió de besos antes de llevarme a su casa, cogido de la mano, en un simulacro de complicidad entre dos amantes cuando en realidad éramos solo un hombre y una mujer recién encontrados con la urgente necesidad de aliviar nuestros anhelos sexuales.

Entré en su hogar sin descalzarme. Y ello fue algo que me advirtió con voz bien alta mientras subíamos en el ascensor, a la vez que me bajó la bragueta y me espachurró entre sus dedos mis testículos.

—Los zapatos, por favor —me recordó con...

Pueblos blancos

Es es un relato en el que homenajeo a la Andalucía blanca, la de fachadas encaladas, flores multicolores y mujeres de ojos negros. Ojalá Disfrutéis tanto leyéndolo tanto como lo hecho yo al escribirlo.

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La psicóloga se acercó al gran ventanal que tapizaba toda la pared de su consulta, situada en el piso 48 de un edificio céntrico de la ciudad.

Afuera, el resto de edificios y casas que se fundían en la oscuridad del atardecer del otoño se vislumbraban confusss entre la lluvia gruesa y densa que caía. Las gotas golpeaban contra el cristal con miles de toques apagados.

Dentro de la consulta, la melodía especial que estaba terminando hizo que la psicóloga se alej...

Ibiza

Aquel verano del 82 en Ibiza fue uno de los que mejor recuerdo. Allí despertó en mí una insaciable necesidad de mostrar mi cuerpo y mi sexo en público...

De aquella experiencia guardo un buen recuerdo.

Ocurrió durante nuestro viaje a Ibiza. La Eivissa de antaño. La teníamos muy cerca —la ciudad— del conglomerado de pequeñas casitas encaladas y tejados de rojo anaranjado que brotaban como setas albinas de las faldas de un acantilado verdoso, una de las cuales habíamos arrendado. Sol enorme desparramándose a base de lametazos ardientes, refulgiendo en el encalado como rayos cósmicos, cegadores. Calor bestial, de los que invitan a tumbarte desnuda sobre e...

El cerramiento.

...Gimió extasiado cuando ella se quitó la camiseta por el cuello y se desabrochó el sujetador. Sus pechos se agitaron blanquecinos, redondos y repletos...

Aclaración: Cualquier hecho en una comunidad de vecinos en la que observen un parecido semejante a los hechos relatados... es fruto de la casualidad.




—Bueno, vamos con el siguiente punto de la reunión.

—¿Cómo que el siguiente?

El hombre hizo caso omiso a la intervención de la joven.

—Han aparecido varios brotes de cucarachas en los pasillos…

—Oye, no, no, no. Mi punto del orden del día no se ha discutido aún.

—…he pedido presupuesto a varia...