Rojo intenso

Aquel coche se cruzó en la carretera de improviso y casi no lo contamos. Vivos de milagro, sin embargo, el torbellino de sucesos que ocurrió después nos puso a prueba a Marian y a mí.

ROJO INTENSO

¿Acaso la fortaleza de un hombre se refleja en su feliz discurrir?

Repudiémosle cuándo, vencido en su interior, llama a dioses vacuos. [...]

No osemos, pues, juzgar a un hombre más que en los extremos,

aquellos en los que se demuestra el coraje que dice poseer.

Sólo entonces podemos calibrar que tipo de hombre es.

—Friedrich Nietzsche—

Ocurrió todo tan rápido que aún me sentía las vísceras buscando su sitio. El chirriar de neumáticos permanecía...

El pervertido ne llama de nuevo

Secuela del relato del pervertido. ¿Hasta dónde llegarías para imprimir a tu vida algo de color?

—El pervertido me llama de nuevo—

—Métetelo.

Me mordí el labio inferior mientras negaba con la cabeza. Aquello no podía estar pasando. Tenía que ser una broma cruel. Pero era tan real, y la explicación escuchada segundos antes tan demoledora, que no tuve más remedio.

Abrí la caja, saqué el cacharro y lo coloqué encima. Luego me bajé las bragas, me arremangué la falda. Tomé asiento de nuevo sobre el inodoro y abrí las piernas.

El gemido que se me escapó cuando el artilugio ent...

Sobre los comentarios

Reflexión acerca de los comentarios de relatos que se publican en la web

Sobre los comentarios

(Reflexión acerca de los comentarios de relatos que se publican en la web)

A todos los escritores les gusta recibir comentarios. Son mensajes de tú a tú. Más que las impersonales e inexplicables valoraciones, un comentario proporciona la necesidad que los escritores tienen de obtener reconocimiento.

Yo divido a los escritores de esta web en varios grupos:

—Aquellos que escriben para dar rienda suelta a un impulso sexual frustrado o latente. Se les distin...

La llamada de un pervertido

¿Fue el destino el que me hizo descolgar la llamada de aquel pervertido madurito?

—La llamada de un pervertido—

—Hola, ¿eres tú?

El teléfono había sonado varias veces. En la pantalla digital del teléfono de sobremesa parpadeaba: “Privado”. Había dudado si descolgar o no. Estaba atareada, haciendo la cama. Al cabo de cinco timbrazos, terminé por descolgar, enredarme con el cable, y, tras un “¿Dígame?”, escuché una voz grave, profunda que me hizo la pregunta. Tardé unos segundos en responder.

—Disculpe, ¿por quién pregunta?

Una pausa. Y luego, una risa subte...

Reunión de madres, sueños cumplidos (2/3)

El grupo de madres se sigue reuniendo todos los viernes. Esta vez, es Carmen la que les regala una fantasía cumplida.

Carmen caminaba algo apartada del grupo mientras se dirigían desde el colegio hacia el bar. Aquel viernes no tenía ganas de hablar. Se sentía cansada, le dolía todo. Se sentó con sus amigas en la terraza del bar casi por inercia. Dejó cazadora de su hijo en su regazo y la abrazó, aferrándose a ella como un salvavidas.

—Carmen, ¿me escuchas?

Carmen volvió la cabeza, aturdida, hacia Sonsoles. Luego se dio cuenta que el resto también la miraba, incluso el camarero, que mantenía su bolígrafo en el a...

El reflejo de un sábado noche

Aquél sábado noche conocí a alguien muy especial.

El pasado sábado me dolía la cabeza y rechacé la oferta nocturna de salir de copas con las amigas. ¿Música dance y alcohol hasta reventar? No, gracias; prefería encapsularme en una mantita, espatarrarme en el sofá y digerir una tanda pendiente de capítulos de series en la televisión. Pero, dos series más tarde, ya entrada la noche, descubrí que la migraña había menguado hasta la categoría de incordio. Necesitaba desperezarme, rebullir. Paseé por el dormitorio, el pasillo, incluso bajé a la calle a respirar...

Reunión de madres, sueños cumplidos.

Era un grupo de madres que se reunía cada viernes a desayunar en la cafetería tras dejar a sus hijos en el colegio. Fue Matilde la que hizo la pregunta: ¿Alguna vez habéis cumplido una fantasía sexual? Una serie de tres episodios.

Era un grupo de madres que se reunía cada viernes a desayunar en la cafetería tras dejar a sus hijos en el colegio. Habían escogido ese día por ser el último de la semana en el que tendrían parte del día libre. Luego llegaría el fin de semana y habría que lidiar no sólo con un marido ocioso, sino también con los hijos. Aquella hora escasa que se reunían a tomar un café y comer una tostada o un bollo servía como acopio de fuerzas ante la marabunta que se avecinaba y que comenzaría ese viernes por la tarde. E...

El reencuentro

Acudir a la despedida de mis padres fue mi duro. No por ellos, sino por que volvería a ver a mi hermana Sandra. Nuestra separación había sido trágica. Y nuestro reencuentro, tórrido.

Acudí tarde al entierro. Supuse que una multitud de gente abarrotaría el cementerio, que llegando al final de la ceremonia poca gente se fijaría en mi. No quería que se fijaran en mi.

Por la misma razón no había asistido al sepelio en la iglesia.

En realidad, solo quería pasar desapercibido para la familia. O sea, para ella. Para mi hermana.

Mi plan no surtió efecto. Un reducido grupo de asistentes, no más de una docena, era todo lo que me encontré.

Ya no recordaba que no teníamos fa...

No puedo dormir

Esa noche parecía que Tess fuese a matar a su marido. Tanto por sus ronquidos como por su indiferencia en varios aspectos, no podía conciliar el sueño. Pero eso no fue lo peor...


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Tess suspiró una vez más, se recolocó un mechón rebelde por detrás de la oreja, miró de reojo al causante de aquel sonoro ronquido que la había hecho pegar un brinco en la cama e intentó retomar el hilo de la lectura del libro.

Sostenía la idea de que quizá, como el volumen sonoro de los ronquidos de Robert eran potentes pero no estruendosos, leer un poco ayudaría a conciliar un sueño que todavía no la había llegado, por más que fuesen ya las dos de la mañana....

Una noche como otra cualquiera

Silvia y Roberto son pareja. Son jóvenes, se quieren; pero la rutina es perversa. Mata deseos, destroza iniciativas. Contra ella, sólo hay una solución.

La pareja se acostó pronto. Casi como robots ambos se fueron a la cama, pasadas las diez y media, después de ver un aburrido concurso en la televisión. Se lavaron los dientes, hicieron una parada en el inodoro y se metieron en la cama. Ambos iban ya vestidos con el pijama y no necesitaron mostrar su cuerpo desnudo al otro para cambiarse de ropa. Los dos comprobaron que, en sus respectivas mesitas en los flancos de la cama, había un botellín de agua, un libro y un teléfono móvil con el despertador activado. ...