Milagros
...La até a las columnas del cabecero y el pie de la cama. Se dejó hacer, confiada. Estaba tensa, quizá ilusionada por la dominación. La tapé los ojos con un pañuelo y me volví al salón...
¿Podría rellenarme este formulario, por favor? escuché mientras caminaba hasta la sala de exploración.
Claro, faltaría más contestó una voz femenina, nasal, algo estridente. Arrastraba las eses y entonaba con autoridad, confianza. Pero era una seguridad irreal, producto de una aversión natural hacia nosotros. Incluso noté algo de aprensión en la última palabra.
Mmm, pensé, una nueva clienta.
Aminoré el paso y giré la cabeza lo suficiente para poder atisbar por la puerta entornada...