Una historia contada a duo II

Ayer se borraron las dos por error...

No podía volver caer en sus redes, no podía dejar que volviera a pasar, porque sería tan fácil rendirme al placer de pecar de nuevo… y había tomado una decisión, pero eso no significaba que tuviera controlado el deseo que ponía mi polla dura solo con recordar… había perdido la cuenta de las veces que me había masturbado ese fin de semana en su honor. En la ducha, en la cama, incluso en el sofá viendo un partido… y por fin, el lunes creía estar preparado, seco y agotado, para enfrentar a esa criatura.

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El pacto II

El lunes volvimos al trabajo y todo parecía haber vuelto a la normalidad establecida, en la que ella, se plegaba sumisa a mis exigencias, haciendo cualquier cosa que yo demandara sin rechistar, cosa que me enardecía y no podía evitar sentirme poderoso, en mi situación dominante...

Aun me relamía, pensando en el último encuentro con Sara en mi oficina, la recordaba una y otra vez, subiéndose las braguitas empapadas de mí prolífera corrida.

Apenas me reconocía, constantemente excitado cuando ella andaba cerca, su olor, su risa, su sola presencia, me ponía a mil, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Ni siquiera cuando más culpable y ruin me sentía, conseguía mitigar el deseo. Solo poseyendo su cuerpo sumiso y dócil, de mirada furiosa, conseguía calmar el fuego que amenazaba co...

El pacto

Te odio lo suficiente como para preferir que poseas mi cuerpo durante un tiempo pactado a deberte algo el resto de mi vida...

Mi vida transcurría placida como siempre, en lo que prometía ser una tarde más en la oficia, hasta que llegué al despacho y mi secretaria dijo:

—La señorita lleva más de una hora esperando, ya le he dicho que estaba ocupado, pero se niega a irse sin hablar con usted.

Entonces reparé en la pelirroja, sentada junto a la puerta de mi despacho, ella me vio y se puso en pie mientras me acercaba.

—Hola, me han dicho…

— ¿No sabes quién soy?

—Lo siento pero creo que no… -empecé a discu...

Caperucita

Que crees que voy a contarte del cuento que no sepas?????

Había pensado solo cambiarme la corbata cuando regresé al hotel tras la tediosa comida, pero como aún faltaba mucho para la última reunión prevista para ese día, me quedé a tomar una copa en la cafería del hotel.

Estaba sentado en la barra, bebiendo distraídamente, cuando la vi a través de la cristalera, salía del agua y llevaba un escueto biquini rojo, que acentuaba la tersura de su piel blanca. La braguita apenas cubría la mitad de su culo y la parte de arriba, parecía incapaz de contener sus pechos...

Odiame mañana

Pronto estuve navegando en un tormentoso mar embravecido en el que mi cuerpo quería más y más de todo. Ya apenas distinguía nada, el escozor era placentero y el placer casi dolía, su lengua estaba en todas partes, sus dedos también y yo solo podía intentar respirar sin ahogarme en ese mar embravecido.

Hoy iba a ser un día duro y yo ya estaba harta de pelear por casi nada. Ahora tenía claro que había cometido el peor error de mi vida casándome con Julián; al menos admitirlo tenía que servirme para algo pensé, con la necesidad imperiosa de volver a retomar las riendas de mi vida.

La cuestión es que allí estaba en otra ciudad, intentando reconstruir algo que tenía claro que estaba roto en demasiados pedazos para poder reconstruirse y esperando volver a cargar con las culpas de su ineptitud constante. ...

La conoci en un chat

Y ahí comenzó todo, a cada frase que enviaba me sentía más ridículo y era peor cuando miraba la foto de esa chica de poco más de veinte años, pero algo me mantenía ahí, tecleando con furia, anclado a esa conversación intranscendente con una chiquilla a la que ni conocía, ni probablemente conociera jamás.

Llegué a casa a media tarde y fui directo a la ducha. Un rato después algo más relajado y cómodo entré en la cocina para abrir una botella de vino y curiosear que me había dejado la señora Sánchez, mi asistenta, para cenar.

Abrí el vino y curioseé la cena, sin apetencia volví a cerrar la nevera y salí de la cocina con la copa para ir a mi despacho. Dejé mi portátil junto al otro ordenador, vi que este estaba encendido y no me sorprendió ya que apenas lo usaba para alguna búsqueda tonta, ya que todo lo...

Perdiendo la cordura

—Nadie va a acercarse al parque con este tiempo, me encanta tenerte dentro, no dejes de follarme suegri –que me llamara así me ponía aún más

Eran más de las diez y aún no había cenado, acaba de salir de mi despacho hacia unos minutos y hasta entonces no había sido consciente de lo tarde que era.

De repente me moría por llegar a casa, pero apenas podía avanzar con el coche entre las calles del centro, fuera llovía a cantaros y al ser viernes por la noche estaba todo intransitable. Paré en un semáforo y entonces la vi.

Esa chica estaba sentada en un columpio de un pequeño parquecito, empapándose bajo la lluvia, meciéndose tristemente....

Del paraíso al infierno III

Descubriendo más de el paraíso entre sus piernas...

Desperté con el ruido de la puerta de calle al cerrarse, miré a mi lado para comprobar lo que ya intuía, Sara no estaba. Me asomé, desnudo como estaba a la ventana y la vi irse, me quedé helado, recordando la otra vez en que se fue.

Fui al baño y allí me encontré la primera prueba de que esta vez era distinto. En el espejo del baño con pintalabios había escrito:

—Gracias por cuidar de mí –y un par de marcas de sus labios

Y debajo un número de móvil, bajo esta otra frase:

...

Del paraíso al infierno II

De vuelta al paraíso ...

Había pasado una semana, desde que Sara había aparecido en mi vida, como un torbellino y se había metido bajo mi piel, para irse al día siguiente.

No dejaba de recordar, su sonrisa de niña mala, esa manera tan sexi que tenía, de morderse el labio inferior… su olor, su sabor, todo lo que la rodeaba, parecía un maquiavélico plan diseñado para volverme loco de pasión y deseo. Mi polla palpitaba solo recordándola.

Los días transcurrían grises y opacos, hasta me reía de mí mismo, tras una sol...

Del paraiso al infierno

No había que ser un erudito, para saber que esa niña podía convertirse en el infierno de un hombre como yo, sin tan siquiera proponérselo...

Solo llevaba media hora en ese local y ya me arrepentía de haberle hecho caso a Raúl, mi mejor amigo, que día a día me insistía en que debía salir y relacionarme.

Lo único que me mantenía entretenido, era mi curiosidad por observar el comportamiento de la gente y allí había mucha. Era un local, frecuentado sobre todo por mujeres de mediana edad, separadas o sin pareja y hombres del mismo estatus, estos últimos, más pendientes de encontrar pieza, que de divertirse sin más.

Haciendo un bar...