Obsesión II
En las siguientes semanas descubrí que si había creído que mi mayor obsesión era mirar a Eva, vigilarla en la distancia, estaba equivocado, porque todo se había intensificado, todo había crecido, se había multiplicado por mil...
No quería que mi obsesión por Eva dominara mi existencia, y me obligué a no requerirla en los siguientes días en mi despacho. A sabiendas de que aun sin saber muy bien que la movía a ello, Eva acudiría sumisa, y dispuesta a mí reclamo, cosa que desde que sucedía hacia que mi polla estuviera tiesa todo el día.
Llevaba más de una semana, solo observándola tras los cristales, como hacia al principio; vigilando cada paseíllo a por café, cada charla intrascendente con alguna de las amigas que le quedaban,...