Repartidora de pizzas
Traerme la cena se merecía un agradecimiento y quería tenerla entre mis brazos. Era una chica bonita y si yo le gustaba a ella solo era cuestión de empezar.
Llegué tarde del trabajo, cansada y desde luego no me apetecía cocinar. Hacía mucho calor esa tarde, así que me deshice de todo la ropa sudada que había llevado por la calle. Me quedé solo con el tanga mas pequeño que tenía y un fino y pequeño kimono de satén por encima. Así que pedí comida a domicilio por teléfono.
El repartidor aparcó el viejo ciclomotor tras la verja del jardín, vino hasta la casa sacándose el casco. El polo de la marca de pizzas le quedaba justo y cuando me fijé un poco mas me di...