Por culpa de la oveja negra (4).
Marta me invitó a la fiesta de su cumpleaños, Paz nos dejó solos en casa y las dos amigas y yo jugamos a las prendas, el juego se nos fue de las manos y me enteré de algo impensable, luego vi algo que tampoco sospechaba, iba de sorpresa en sorpresa.
Marta con los brazos pedía ayuda a mi hermana, que lejos de socorrerla me animaba a lamer con más fuerza y más vigor el clítoris de su amiga que no acertaba a protegerse de mi legua porque estaba recibiendo tal placer que no podía coordinar los movimientos, lo único que pudo hacer lo hizo y abundantemente. Gritando a mí hermana le dijo que se iba a correr, yo no contaba para nada, parecía como si se estuvieran masturbando las dos y para ella había llegado el momento sublime.
Felisa nos observaba senta...