Una mirada en su espalda
Desató mis más grandes temores.
Mario odiaba sentir una mirada clavada en su trasero, más aún cuando había dejado de ejercitarlo desde hacía mucho, desde que ella se marchara, desde que ella huyera. "¿Para qué lo quiero duro, si nadie ha de tocarlo?", se decía para excusar la apatía que gobernaba cada punto de su vida. Con esa misma flojera, habiéndolo hecho antes las demás personas que como él esperaban impacientes, librándose así de ese par de críticos ojos en sus glúteos, subió al autobús que lo llevaría a su departamento, a su r...