Robin y su negra verga
-Te gusta, ¡eh! Mariconcito, calienta pollas, te tenía unas ganas locas. Ahora toma la verga del macho que querías. -Así, así te gusta que te folle.
Querido, después de tu sugerencia no podía dejar de pensar en satisfacer tus deseos, y los míos por supuesto. Tenía clavada en mi cabeza su imagen en las duchas del pasado domingo, del cuerpo poderoso y varonil y la negra manguera que se movía colgando entre sus piernas acompañadas de los gordos testículos de toro.
Y lo sucedido el miércoles, cuando se la enjabonaba frotando con la mano entre sus huevos, contrastando la blanca espuma del gel con la negrísima y brillante negrura de su piel. Recuerdas c...