La golfa y el vagabundo
La mujer ignoró la boca suplicante del bandido y empezó a besarle el cuello y el pecho, sin dejar de acariciarle por abajo, por la base del miembro y la cara interior de los muslos, muy cerca, pero sin tocarle ahí...
Cuando el viento dejaba de soplar, apretaba el calor, pero mientras lo hacía, no sólo hacía fresco, sino que la arena que arrastraba golpeaba el vehículo, que se desplazaba a través de la llanura levantando nubes de polvo. Los viajeros se alegraban de desplazarse dentro de la diligencia; en no disponiendo de ferrocarril, era el medio de transporte más cómodo. El mejicano, de rostro adusto y quemado por el sol, apenas hablaba y no dejaba de mirar a la mujer. El hombre vestido de negro, estirado y de aspecto...