Peripecias campesinas eróticas

Un peregrino negro que recorre la Gallaecia se ve embadurnado de estiércol, y a partir de ese lamentable suceso entra en Valhalla de las Hermanas Castelo

Estaba en una de mis ultimas etapas de la peregrinatio, y estaba libre de ataduras pues Nerón se había quedado con una pareja que lo había adoptado para sus juegos amorosos y Nelda se había quedado como hembra alfa entre la famélica legión de mastines abandonados por la Gallaecia.

Estaba tranquilo y satisfecho y agotado de tanta correría, con lo cual me senté en un bello prado a comer y a dormir la siesta bajo el rumor del trio d ellos pájaros y un cercano y renqueante tractor que cada vez sonaba más...

La preñada y sus ardores

Peregrino negro y para colmo monje atiende los ardores de una moza preñada.

El viaje o peregrinatio tocaba a su término, y que mejor que pasar unos dias por el Monasterio de Arieso, residencia de los Padres Reparadores de la Santa Vieira, cuya forma tantas noches y dias he podido contemplar al natural y simbólicamente.

Hacia ya dias que pululaba por los entresijos monacales echando una mano donde se podía, y pude hacer gran amistad con el Pater Prudencio, de mucha edad, pero de ardoroso corazón y calenturienta imaginación.

Mientras preparábamos unas cremas en la botica...

La señora de los perros. Peregrino Negro

Una señora reparte pan entre famélicos perros y favores entre sus visitantes

LA SEÑORA DE LOS PERROS. El Peregrino Negro

Ya llevaba unos cuantos días metido en aquella inmensa foresta, cuando ante nuestro paso, apareció una primorosa casa de altas verjas, ante la cual merodeaban unos hambrientos perros, muy escuálidos y agresivos, los cuales al vernos a mí y a Nerón, empezaron a gruñir sin saber muy bien porqué.

No habíamos llegado al pie de la casa, cuando por el gran portón llovían unas cuantas hogazas de pan que pronto fueron adquiridas por una de aquellas vestías ham...

La Jodida Vecina Doña Encarnación

Mi suegra tiene una vecina a la que ha terminado odiando, lo cual no quita para que terminemos todos en la cama

La Jodida Vecina

Me había casado con Maria Fernanda y lo cierto es que pasábamos más tiempo en casa de su madre Doña Maria de la Virtudes, que en la nuestra, todo era genial incluso la convivencia con Doña Virtudes que pese a sus 65 años estaba todavía de buen ver y de mejor uso.

Allí pasaba algunas noches de jolgorio con Maria Fernanda, pues la escandalera que montaba su hija al follar era de importante, pero a Doña Virtudes no parecía importarle mucho, más bien pasaba de ello, pese a sus mucho...

La ABADESA DE SAN BARTOLO PELLÖN

Triquiñuelas para salir vivo de un pernicioso monasterio donde dejé a la Madre Abadesa a merced de un buen verraco

Tenia claro después de montar a la vieja abadesa, que aquello iba para largo y que la mandamás del convento no iba a soltar una presa fresca como Bartolo, nada más verla refocilar  con ella y las maneras que se gastaba, tenía claro que tenía que salir de aquel monstruoso monasterio de fornicio y depredación .

A los perros hacia ya dias que nos le veía , y a veces le oía aullar lastimeramente, señal de que los depravados monjes estaban con satisfaciendo con ellos todo tipo de caprichos, al igual que ha...

El Monasterio de San Bartolo Pellón y el Peregrino

El Peregrino se pierde en el monte y concluye el monacato de San Bartolo Pellón o pollón como dicen los aldeanos y donde debe dar cuenta de sus cuitas y de su buen Bartolo...

Hacia ya tiempo que andaba berreando por la Comarca y era tiempo de refugiarse pues daban temporales y Penca tenía ganas también de recalar y comer algo decente, al igual que Nerón que ahora también me acompañaba a buen seguro que después de trajinarse a Casimira echaba de menos a Penca, y terminó localizándonos en un claro del bosque en plena liza.

Todo fueron saltos y ladridos, aunque no pudiendo calzarse Nerón a Penca, se conformó con una estocada a mi hambriento ojete tras las intensas lamidas de...

El peregrino y la aldeana

Un peregrino se tropieza con una malvada aldeana a la que le da su merecido

Llevaba vagando por los montes de la Gallaecia, ni se sabe el tiempo que de ello hacía, aunque ni a  la perra perdiguera que me acompañaba parecía importarnos mucho, íbamos buscado cobijos aquí y allá para de este modo ir pasando el invierno, para en la primavera echarnos de nuevo a los caminos.

Cuando ya las negras nubes y los fríos se fueron montaña arriba, tanto Penca como yo nos pusimos en camino, pues necesitábamos sentir el calor primaveral que embargaba nuestros cuerpos, y ya nuestras intimidad...

El Peregrino en el Cementerio

EL peregrino llega a unos ciertos pueblos donde se queda vivir en una pequeña casita del cementerio, donde disfrutara del placer con las maduras del pueblo

El Peregrino en el Cementerio

En esas andanzas peregrinas me encontré entre una serie de poblamientos diseminados entre los cuales dar cobijo a un peregrino de hábito y negro no debía de ser de buen augurio, por más que mi color y presencia trajera a las bocas de aquellos pobladores cientos de chismes sobre mi persona y presencia en aquellas bocas.

A falta de albergue u otro tipo de alojamiento bajo el que me pudiera cobijar, me encontré a un buen paisano, el Rubiales el cual me dijo que hab...

El peregrino y la fiesta del pueblo de Ordasiego

EL peregrino negro llega a Gallaecia y reparte sus favores por entre las maduras parroquianas.

El peregrino y la fiesta del pueblo de Ordasiego

Seguía con mi peregrinación perdido por aquellos profundos parajes de la llamada Gallaecia , dejando atrás avatares de todo tipo y naturaleza, llegué al pie de una vieja torre circular de vetusta construcción donde recliné mis cansados huesos y trepidantes tripas que pedían algo de comida y con esas maquinaciones y el rugir de tripas me quedé dormido.

A la mañana siguiente subía a  lahora prima, desde la pequeña meseta hasta mi atalaya...

El Peregrino en la Venta de Adosinda

EL peregrino tras dias perdido termina en la Venta de Adosinda donde aprende lo que es la zoo con Adosinda

El Peregrino en la Venta de Adosinda

Llevaba ya tiempo vagando por viejos caminos santiagueros sin ver un alma, y las señalizaciones del Camino iban desapareciendo, al igual que mis viandas, con lo cual el perro del hambre me iba carcomiendo los intestinos. Tras dos días tormentas, con hambre, frío y barro, llegué a la puerta de la vieja Venta de la que me habían hablado días atrás.

La casona era tenebrosa, medio desvencijada y dejada de la mano de sus propietarios, y allí me clavé tras salir de...