El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías
La desgracia cae en nuestra expedición y uno de sus integrantes muere. Queriendo olvidar, Olvido y yo estábamos amándonos cuando la profesora se mete en nuestra cama. Allí descubre que no se juega con fuego.
Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un impo...