Lujuria
Pasa su mano en mi torso pellizcando maliciosamente mi carne ardiente. Tirándome para atrás, abre sus piernas y deja que mi firme y lubricado guerrero entre en su ardiente cavidad.
Fue como un rayo cruzando el cielo cuando la vi. Llevaba un atavío diáfano y coqueto, que no pude evitar desnudar con mis ojos. Su silueta era esbelta y sinuosa. Y tenía un aroma muy sensual impregnado a su cuerpo. Luego de las presentaciones, deslice mi mirada perturbada por su rostro y signé el tácito pacto con el destino. Llegamos a la habitación y contemplé anhelante como quitaba sus prendas, igual que los árboles impúdicos dejan caer sus hojas. Obnubilado por su carne rozagante me acerco a ella y...