Nuestra ruina

Esta es la historia de dos gallitos sexuales encontraron la horma de sus zapatos cuando conocieron a la tía más sexy, caliente, dominante y calculadora que se pueda imaginar.

NUESTRA RUINA

El sexo como cualquier otra droga no solo provoca el síndrome de abstinencia cuando el que la consume con frecuencia se ve privada de ella, sino que inmuniza, haciendo que el adicto necesite dosis más frecuentes, potentes… y obscenas. Eso lo sé porque durante años aproveché mi condición de joven abogado de éxito en un prestigioso bufete de abogados de la ciudad para montármelo siempre in crescendo a medida que lo normal se convertía en rutinario y con el tiempo lo extraordinario...

Las colinas de Komor XL

Neelam abrió la boca para decir algo, pero él se la selló con un beso. Esta vez fue más ansioso cargado del deseo acumulado por más de un mes de ausencia.

XL

—No tengo ganas de discutir.  —dijo ella al verle aparecer— Estoy cansada. Ahora que no hay nadie tengo que ocuparme yo de todo.

—No te preocupes, dentro de poco descansarás en paz. —replicó Ray en tono ominoso— Con este tiempo la evacuación por aire es imposible. Esta tormenta ha pillado a todo el mundo desprevenido. Ahora solo es cuestión de tiempo y me temo que esos cabrones se abrirán paso en el derrumbe antes de que un helicóptero pueda llegar hasta aquí.

*Monique le miró por...

Las colinas de Komor XXXIX

Con la mosca detrás de la oreja, siguió avanzando en dirección al palacio hasta que unos soldados cuyo uniforme no reconoció, le detuvieron a la puerta. —Saludos, soy Antaris, traigo mercancías. Vuestro barón me está esperando.

XXXIX

Los helicópteros llegaron puntualmente y médicos y enfermeras subieron a los transportes con evidentes caras de alivio. Estaba claro que Monique era la única tozuda que se empeñaba en poner su vida en peligro inútilmente.

El viento, a pesar de que aun no era un problema, estaba arreciando poco a poco. De no ser porque el siguiente helicóptero ya estaba en camino y tardaría menos de dos horas hubiese obligado a Oliva y a la doctora a subir en ese momento.

*De todas maneras no pod...

Las colinas de Komor XXXVIII

—¡Talila! ¡No! ¡No te atrevas, sucio chacal o... Harto de los gritos de aquel payaso, cogió las bragas de la mujer y las metió en el fondo de la garganta del marido silenciándole.

XXXVIII

—Recoge el chiringuito, nos tenemos que ir. En un par de horas llegaran dos helicópteros para evacuarnos. —dijo dándole un beso y esperando inútilmente que aquella obstinada doctora no rechistase.

—¿Os llevaréis a los heridos que no puedan escapar por su propio pie?

—No, lo siento. Las órdenes de mis superiores son terminantes.

—Entonces no me voy.

*—¿Cómo que no  te vas? —preguntó Ray intentando parecer sorprendido— Esos cabrones están a punto de llegar y cuando...

Las colinas de Komor XXXVII

—Anciano, he venido para negociar los términos de vuestra rendición. —dijo el general tratando de que aquella petición no pareciese ridícula— Podéis ver la magnitud de nuestro ejército...

XXXVII

En cuanto soltó el disparador se acercó a Oliva y la despertó de un empujón.

—En marcha, esos cabrones ya han llegado.

Sin intercambiar una palabra más se vistieron y cogieron las armas. Esta vez no iban de paseo. Cogieron los M4 un par de lanzagranadas y el rifle de francotirador con abundante munición y los echaron en la caja de la camioneta mientras salían en dirección a la cueva levantando una nube de polvo.

*Mientras Oliva conducía llamó al sargento Hawkins para ped...

Las colinas de Komor XXXVI

El gato se revolvió y se lanzó sobre sus agresores desorganizando su columna justo en el momento que varias decenas de jinetes se lanzaban sobre ellos.

XXXVI

Tras colgar el teléfono pasaron el día revisando las armas y empaquetando todo el material que no le pareció imprescindible para su evacuación. Cuando terminaron estaban cansados y el calor cada vez más intenso no servía de alivio.

*Sin preguntar fue a la nevera y sacó dos cervezas heladas. Abrió una y le ofreció otra a Oliva. Fuera no se estaba mucho mejor. A pesar de que el sol se había puesto, no corría ni un soplo de aire fresco. Echó un trago y observó como Oliva dirigía la vista...

Las colinas de Komor XXXV

—Creo que yo tengo una idea que quizás pueda funcionar. —dijo Amara dirigiendo la vista hacia el hielo que cubría la ladera unos trescientos metros por encima de sus cabezas.

XXXV

—Me temo que hoy el ejercicio va a tener que ser exclusivamente horizontal. —dijo Ray a Monique al recibir las noticias de Oliva— Tengo que irme un rato. Nos veremos en el dispensario.

—Bueno, aprovecharé y saldré a correr.

—De acuerdo, pero no te alejes mucho, me temo que hay malas noticias. Hablaremos cuando vuelva. —dijo el despidiéndose con un beso más corto de lo que desearía.

Salió de la tienda a la carrera y tras cargar la camioneta se puso al volante y pisó a fondo d...

Las colinas de Komor XXXIV

No entendía cómo había sido tan tonta. Creer que ella y Sardik podían... Se sentía la mujer más estúpida del mundo.

XXXIV

Cuando despertó, Oliva aun estaba de guardia. Inmediatamente notó el cambio en su actitud en vez del acostumbrado gruñido le sonrió y le dio los buenos días. Eso le tranquilizó bastante ya que las cosas seguramente se iban a poner feas en no demasiado tiempo.

*Se desperezó e hizo el desayuno para los dos; huevos revueltos con salchichas y un vaso de zumo para cada uno. Con el sol despuntando por encima de las montañas no pudo resistirse y montó la mesa fuera, a unos metros de la entrad...

Historia de M. La puta feliz 1.

Si, puta y feliz. Siempre he sido una zorra, es mejor asumirlo y actuar en consecuencia.

Me llamo M y soy una zorra.

Actualmente trabajo como comercial en el sector financiero pero no siempre ha sido así….

Es una tarde de octubre, estoy en un restaurante del centro, comiendo con mi padre. Nos vemos de cuando en cuando. El se marcho de casa cuando yo cumplí los 10 años y formó otra familia. Cada vez que abro la boca es para mentirle. Ni estoy matriculada en la universidad ni me saco un extra trabajando en una tienda de moda. En cuanto tomemos el café, nos despediremos, cruzaré dos ca...

Las colinas de Komor XXXIII

Cuando se sentó sobre la silla un relámpago de dolor le recordó la noche de sexo brutal con un poco de nostalgia. No sabía cómo sería la vida de una concubina, pero no se imaginaba follando salvajemente con Manlock todas las noches hasta el punto de que le resultase difícil sentarse.

XXXIII

A pesar de que le hubiese gustado pasar la noche con Monique y ella intentó por todos los medios que le acompañase, tenía que ocuparse de la primera guardia así que le dio a la doctora un largo beso y se dirigió a su campamento.

—Ya creí que pasarías la noche con ese chochito francés. —dijo Oliva a modo de saludo.

—No me toques los cojones, Oliva, sabes que fui a ver al anciano para ver si podía tener información útil.

—Y por eso te llevaste a la doctora.

*—Es la...