La máquina de coser

Todo se había empeñado o vendido. En aquella pobre casa no quedaban más que las camas de doña Juana y de su hija Marta; algunas sillas tan desvencijadas que nadie las habría comprado; una mesita, coja por cierto, y la máquina de coser.

LA MAQUINA DE COSER

Todo se había empeñado o vendido. En aquella pobre casa no quedaban más que las camas de doña Juana y de su hija Marta; algunas sillas tan desvencijadas que nadie las habría comprado; una mesita, coja por cierto, y la máquina de coser.

Eso sí; una hermosa máquina que el padre de Marta había regalado a su hija en los tiempos bonancibles de la familia. Pero aquella era el arma de combate de las dos pobres mujeres en la terrible lucha por la existencia que sostenían con un...

Leyendas-Prometeo

Cielo y tierra habían sido creados. Pero faltaba aún la criatura en cuyo cuerpo pudiera morar el espíritu y dominar desde allí todo el mundo. Apareció entonces Prometeo, vástago de la vieja estirpe de los dioses que Zeus destronara.

Prometeo

Cielo y tierra habían sido creados; el mar se mecía en sus orillas y en su seno jugueteaban los peces; en el aire cantaban, aladas, las aves; pululaban en el suelo los animales. Pero faltaba aún la criatura en cuyo cuerpo pudiera dignamente morar el espíritu y dominar desde allí todo el mundo terreno. Apareció entonces en la Tierra Prometeo, vástago de la vieja estirpe de los dioses que Zeus destronara, hijo de Japeto, que lo era de Urano, nacido de la Tierra, dotado de gran ingenio. Bi...

Las mulas de su excelencia

Pero las mulas del Virrey eran la envidia de todos los ricos y la desesperación de los ganaderos de la capital de la colonia.

LAS MULAS DE SU EXCELENCIA

En la gran extensión de Nueva España puede asegurarse que no existía una pareja de mulas como las que tiraban de la carroza de Su Excelencia el Señor Virrey, y eso que tan dados eran en aquellos tiempos los conquistadores de México a la cría de las mulas, y tan afectos a usarlas como cabalgadura, que los Reyes de España, temiendo que afición tal fuese causa del abandono de la cría de caballos y del ejercicio militar, mandaron que se obligase a los principales vecinos a...

La horma de su zapato

¡Qué mujeres tan guapas encontraba a cada momento! Ya era una joven aristócrata envuelta en pieles, porque era invierno, cruzando en elegante carruaje al garboso trotar de una soberbia pareja de caballos. Ya una chula, arrebujada en un grueso mantón que ceñía su cuerpo, dibujando una cintura ideal, y que pasaba rapidamente a su lado.

LA HORMA DE SU ZAPATO

Con sólo que hubiera tenido talento, instrucción, dinero, buenos padrinos y una poca de audacia, habría hecho un gran papel en la sociedad el amigo que me refirió lo que voy a contar. Pero aunque de escasa lectura, como es viejo y no ha salido de Madrid, tiene mucho mundo, y debo creer que es una verdad cuanto me dijo, y allá va ello.

Hay en el infierno jerarquías, lo mismo que en el cielo y en la tierra: y hay diablos que ocupan encumbrados puestos, mereciéndolos o no...