El arte de dos viejos hermanos turcos.
La afluencia fue tal, que al sacarla mi chochito manaba y derramaba leche sobrante en abundancia, si bien no me quedaban fuerzas ni para poner la mano y contener aquella sangría.
Había quedado con una amiga para ir a cenar a un nuevo restaurante italiano que llevaba poco tiempo abierto y me habían hablado muy bien de él, pero a última hora me llamo que no podía ir, decidiéndome a ir yo sola al final.
Cuando llegue está completo y por lo que me acomodaron en la barra junto a otras personas que allí también esperaban, estaba justo sentada delante de una pareja de maduros bien entrados en años pues ambos ya su pelo lucia blanco sobre su cabellera, aunque para decirlo todo diré qu...