Dejándome hacer
Estoy segura que el solo siguió su instinto en tanto yo lo quise.
En la simpleza de la noche sus ojos se posaron en los míos, dejé penetrar a su mirada.
Y lo dejé hacer.
No estaba hipnotizado sino seducido por su empatía, la calidez de su vistazo, la tersura de su piel y esa sensación de afinidad que me magnetizaba.
Y lo dejé hacer.
Supe que debía escaparme ya, pero no lo hice.
Y lo dejé hacer.
Él fue a refugiarme, en silencio, allegándome a sus carnes.
Y lo dejé hacer.
Sus manos en mis caderas se abrieron paso hasta sujetar...