Chus, la cuenta atrás: episodio 10.

¿Qué ocurrió mientras la pobre Chus era repudiada en el club? ¿Cómo vivió ella el rechazo aquellas difíciles semanas?

Se pinta la raya del ojo y se perfila las pestañas: sus ojazos verdes vuelven a brillar, aunque con una luz todavía tenue y algo apagada. También se alisa el pelo con las planchas, y se pone carmín en los labios, realzando su hermosa boca de mamona experta. Luego se enfunda en unos vaqueros azules que le quedan de vértigo. Ha adelgazado en las últimas semanas, y ahora su culo tiene el tamaño y el contorno preciso para una mujer con curvas y de su edad. Lo que no le ha adelgazado son las tetas, y cuando las...

El club XXX

Capítulo final de la saga.

La verdad sea dicha, en el club las cosas se hacen bien. Si todo funcionase así en cualquier ámbito (política, educación, sanidad, economía), desde luego no habría más que progreso en el mundo. Incluso ante una inminente y obligada disolución –quizá solo temporal, quién sabe- y ocurriendo todo de una manera imprevista y precipitada, desde las altas instancias del club se gestionó todo el asunto cómo procedía. Todo o, tal vez, casi todo, pues pese a que leí tiempo después lo de aquel empresario brasileño, no...

El club XXIX

El final se acerca...

-¡Chus! -Grité a voz en cuello-. ¡Chuuuuuuuuus!

Leyre torció el gesto y me ayudó a incorporarme de nuevo. Era obvio que algo no iba bien, que muchas cosas no iban como debieran. A nuestro alrededor había sangre en abundancia -demasiada para provenir únicamente de mi maltrecho ojete-, pero ni rastro del brasileño o sus secuaces.

-Juan, la agarraron entre tres y...

-¡Leyre! ¡Joder! ¡Dime dónde está! -la zarandeé por los hombros, desesperado, sin ni siquiera fijarme en el hiptónico balanceo d...

El club XXVIII

La recta final viene cargada de emociones.

Las siguientes semanas en el club transcurrieron de manera vertiginosa. Mientras mi diosa entangada continuaba de “baja anal” y tenía que conformarme con sus mamadas, estando sentada sobre un par de cojines –ni arrodillarse podía, mi diosa, sin correr el riesgo de que se le resintiese el desgarro anal-, y mientras Chus, preocupada, me aconsejaba que las vendiese -¡a ella incluida!- y me largase del club a todo correr, yo, por mi parte, todavía no era consciente del riesgo que corría. El riesgo que toda la e...

El club XXVII

Adiós, Cristina.

Las siguientes semanas Roberto terminó de culminar su obra. Fue destruyendo poco a poco a Cristina, siempre pidiendo permisos y cumpliendo con rigor las reglas del club, así como intentando que yo presenciase la mayor cantidad de escenas escabrosas posibles. De hecho, de las doce cubanas de Leyre acordadas en el traspaso (ya me empezaban a parecer demasiadas), al menos nueve o diez se convirtieron en mamada. Roberto se empeñaba en alargar, de ese modo, mis presencias en su reservado, disfrutando -estoy segu...

El club XXVI

Cristina recibe su merecido, y más.

Roberto, la "tuneladora del Paraná", tenía a Cristina atada a una silla, con los brazos atados a las patas que dan al respaldo y los tobillos a la parte baja de las patas delanteras, en una posición en que su ojete quedaba completamente a la merced del brasileño. La silla, además, estaba a pocos centímetros de la pared, inclinada, con lo que, con cada embestida anal, la pobre Cristina se iba golpeando de manera rítmica y continua la cabeza contra la pared. No eran golpes que hicieran peligrar su salud de ma...

El Club XXV

Nueva entrega.

Tras pensarlo mucho, decidí vender a Cris. La muy puta todavía sabía cómo engancharme, y en la semana que valoré su venta me exprimió como nunca. Se compró unos leggins de ensueño y me ordeñó la polla con el culo, mientras gritaba y gemía con su voz de putita, hasta dejarme seco en más de una ocasión. Además, yo la vejaba y sometía, y la muy zorra lograba siempre salir airosa, sometiéndose sin someterse, llevándome al éxtasis y a su terreno en múltiples ocasiones. No en vano, sabía que si la vendía a Robert...

El club XXIV

La Meripuerca y Cris las pasan putas.

-Vamos a ver, Meripuerca, date una vuelta para que vea qué nuevo tanga de guarra calientapollas te has comprado esta semana.

La universitaria giró sobre sí misma, se bajó la cremallera de la ajustada falda de tela de secretaria guarrona que llevaba y dejó asomar su espectacular culo, de glúteos enloquecedores, el cual se realzaba por un tanga blanco de buena marca.

-Vaya, vaya. Ha debido costarte una pasta -me mofé-, pero los tangas siempre son una buena inversión, ¿verdad?

-Lo son, oink,...

El club XXIII

Mery, princesa chupapollas, ocupa al fin su lugar.

-¡Hola, Meripuerca!

-Hola, oink, mi amo.

-¿Qué tal, gorrina, cómo estás hoy?

-Muy bien, oink, muchas gracias por, oink, preguntar.

-Caramba, al final parece que tu educación ha resultado todo un éxito.

-Sin duda alguna. He de darle las, oink, gracias por enseñarme el lugar que, oink, ocupo.

-No es nada, Meripuerca, al fin y al cabo es mi deber -me mofé-. Además, ¿no era tan difícil, verdad? Si hubieses sido más sensata podríamos habernos ahorrado pomadas y electrocuciones...

EL club XXII

Mery, puerca entangada, y Chus, musa tetona, se enganchan en una pelea de gatas.

Cuando llegué a la estancia, ya se habían enganchado. Mery, entangada como siempre con un bikini color burdeos antológico, agarraba a Chus, en tetas, por los pelos. La madura, por su parte, sujetaba a la universitaria por la cintura, intentando zafarse de ella sin llegar al extremo de golpearla, probablemente por temor a las consecuencias que aquel acto pudiese tener para ella si imponía su mayor fuerza física a la de Mery y luego ella me venía con el cuento.

Nada más entrar en la sala, pegué un grito...