Historias del abuelo calentón (34)
La señora Judit con sus dos buenos melones y su figura provocativa era digna de ser profanada, y mi mente solo pensaba en someterla a mis travesuras impúdicas e inmorales.
HISTORIAS DEL ABUELO CALENTÓN (34)
Aquella mañana me levanté como tal cosa, y así era como se comportaban las féminas de aquella familia, de una manera espontánea y despreocupada; y de igual modo que pasó con Dayana, Paola no me hizo ni una insinuación a lo sucedido la noche anterior.
En los días transcurridos en aquella mansión me había ido de maravilla, sin comerlo ni beberlo, me había cepillado a dos leonas que me habían suministrado un placer inconmensurable, y los sucesos habían ocurrido si...