A.C. (21: El asedio)

Cuando una ciudad está demasiado fortificada para un ataque frontal, hay que encontrar otras formas de vencer.

Los guerreros salieron de los bosques y corrieron hacia la muralla de piedra.

  • ¡AHORA! -gritó alguien desde el interior de la villa fortificada.

Decenas de saetas se alzaron en el cielo para luego caer sobre los invasores. Algunas armaduras de bronce rechazaron las flechas pero otras fueron perforadas y las afiladas puntas horadaron la carne. Los gritos de dolor de los hombres resonaron a las afueras del poblado.

  • ¡Maldita sea! -Ajdet se encaró con el Jefe de la Sierra Norte, él había si...

A.C. (20: Noche de bodas)

Ajdet, finalmente, no sólo acaba por aceptar la boda entre su hermanita y el extranjero, sino que preparará una fiesta grandiosa para celebrar la unión.

  • Es hora de que superes la prueba si de verdad quieres casarte con mi hermana -escupió Ajdet-. Si de verdad la amas... ¡Vénceme!

El Rey Toro enarboló su espada y se colocó en posición de batalla.


Yasid dudó. Frente a él estaba posiblemente uno de los guerreros más capaces que jamás hubo visto. Sin embargo, cuando miró hacia atrás y vio a Ayna frente a la puerta de su casa, mirándolo con el miedo metido en su cuerpecito frágil, todas sus dudas se disiparon. Cerró sus dedos s...

A.C. (19: La Subasta)

Los Hombres del Bosque han Caído, llevándose con ellos a los Hombres de las Montañas. Es hora de hacer algo con esas Mujeres salvajes viudas y huérfanas.

Una semana después de la llegada de las mujeres salvajes al Pueblo Azul, dando tiempo a que la noticia se extendiera y que los mercaderes llegasen para participar en ella, la subasta de las setenta y una mujeres y los diecinueve niños y niñas dio comienzo.

Ajdet había querido no sólo asistir a la subasta, sino dirigirla y hacer las veces de vendedor.

  • ¡Amigos! -gritaba el Gran Jefe en la plaza central del pueblo, rodeado de una multitud de mercaderes y curiosos- Sé para lo que estáis todos aquí...

A.C. (18: Sangre en las Montañas)

La mejor arma para enfrentarse a unos salvajes son... otros salvajes. Ajdet lo sabe bien. Mientras Yasid está fuera, Lesc tendrá su oportunidad con la pequeña Ayna.

  • ¡Vamos, preparaos! ¡Los mercenarios nos esperan en el Valle Alto!- Ajdet se había colocado la coraza y el casco de bronce y arengaba a los Hombres del Bosque y a unos pocos guerreros del Gran Río. No quería dejar, como la otra vez, el pueblo sin protección. Menos aún ahora que Tarsis podía tomar represalias por la muerte de sus emisarios.

  • Estamos listos, Gran Jefe Ajdet.- dijo Ethú, al frente de los salvajes.

  • Está bien. ¡Andando!

Ajdet dirigía al grupo de treinta y dos guerrero...

A.C. (17: Los Hombres de Tarsis)

Tres emisarios del Rey del Sur acuden a negociar con Ajdet, sin saber que el Rey Toro es el negociador más duro al que se han enfrentado.

Las historias de Yasid eran asombrosas. Ajdet disfrutaba con la información que el negro le transmitía, prestando una atención especial cuando le hablaba de ese reino del sur en donde Yasid había pasado poco más de media luna.

El gigante extranjero dibujaba en la tierra un pequeño mapa de cómo estaba distribuida la capital y alguna de las ciudades circundantes.

  • ¿Qué son esos extraños símbolos que dibujas ahí? -preguntó el Gran Jefe, señalando unos raros garabatos que había junto algunos de...

A.C. 16 (Las lecciones de Ayna)

El enorme extranjero Yasid tiene una profesora muy joven y voluntariosa, deseosa de enseñarle tal vez más cosas de las que él hubiera imaginado. Mientras, algunos pueblos se siguen rindiendo al Reino del Toro.

La noche había caído de nuevo sobre el Gran Río cuando el primero de los dos grupos de guerreros regresaba al pueblo. Sin embargo, Ajdet notó algo raro según atravesaba las puertas de su capital. Un ambiente de nerviosismo revoloteaba en el poblado, como si una pátina de intranquilidad hubiera cubierto el Gran Río durante su ausencia.

  • ¡Lesc! ¿Qué demonios ha pasado?

  • ¡Ajdet! -El joven hijo de Rocnar suspiró aliviado cuando vio aparecer a su Jefe. Estaba claro que, pese a que Ajdet le habí...

A.C. (15: La estrategia de Ajdet)

No existe ningún imperio que no tenga salida al mar. Desgraciadamente, el Pueblo Azul se ha preparado para la batalla. Mientras tanto, Ayna le enseña algunas cosas al extranjero.

Ajdet no podía esperar ni un minuto más. Era hora de demostrarle al extranjero el poder del Rey Toro. Su simple nombre bastaría para hacer rendirse al Pueblo Azul y Yasid entendería que él era tan o más poderoso que el rey del Sur.

  • ¡Maastri! Ves y diles lo que acordamos.

El joven de los Hombres del Bosque se había ido convirtiendo día a día en uno de los hombres de confianza del Rey Toro. Su obediencia y rapidez le habían concedido un puesto muy cercano al jefe.

El salvaje asintió...

A.C. (14: El extranjero)

¿Quién demonios será enorme negro que ha aparecido en el poblado? ¿Qué querrá?

- Vamos, Samir, por todos los dioses, resiste, por favor. Pronto llegaremos a un poblado.

Los dos extranjeros avanzaban a duras penas por el prado, el más alto de los dos arrastrando consigo a su compañero, que sólo podía gritar y encogerse por el dolor lacerante que abrasaba su estómago.

- No...

N

o puedo continuar...

-balbucía, casi sin fuerzas, el hombre-

estoy demasiado... ¡AAARRGHHHH!

Samir se soltó del brazo de su amigo y cayó al suelo. Sentía un fuego d...

A.C. (13: El pueblo del Gallo)

Ajdet pone sus ojos en una nueva conquista. Una nueva arma. Mientras los hombres luchan, las mujeres les esperan.

Pasaron dos días, los hombres del Gran Río enviados por Ajdet y comandados por Lesc ya habían regresado, después de ayudar en la reconstrucción del pueblo del Valle Alto. Para compensarlos por los estragos que la guerra había causado, Ajdet no sólo permitió al pueblo explotar las minas de cobre y estaño, sino que hizo llamar a uno de los supervivientes para que aprendiera de Rutde el oficio de la herrería.

No obstante, el abismo que se había abierto entre el número de hombres y de mujeres en el pueb...

A.C. (12: La iniciación de Malda)

Ajdet se lleva su botín al Gran Río. Un gran regalo para el pueblo.

Cuando Ajdet, junto con los otro

s

trece guerreros, los veinticinco hombres del bosque y su nueva adquisición llegaron al poblado, el Gran Río se preparaba para la comida del mediodía.

El olor a carne cocinada se elevaba por el aire y actuaba a modo de canto de sirena para los cansados y hambrientos guerreros.

  • Vaya... has organizado muy bien esto en mi ausencia -dijo Ajdet a Rayma.

  • ¿Acaso lo dudabas, Pequeño Ciervo? -respondió confiada la mujer, aunque el apelativo hizo...