A la que salta
Víctor, soldado retirado y sin más ilusión que coleccionar porno, conoce a una chica que no le ve como a un bicho raro, ¿por qué no aprovechar la ocasión?
-Ten, muchas graaacias por… hah… tu compra. – La joven tenía los ojos brillantes, las mejillas muy coloradas y una sonrisa muy dulce. Le miraba fijamente, y el comprador se la quedó mirando unos segundos, hasta que “aterrizó”.
-¡Ah, sí… gracias a ti! – logró decir, y la joven sonrió más y un temblorcito sacudió sus hombros. El comprador se marchó con sus revistas y ligeramente excitado, por no por su compra precisamente. Si no fuera porque sabía que era imposible, hubiera podido pensar que la chica esta...