Nadie se debe enterar
Relato sobre el despertar sexual de un adolescente con una ardiente madura.
Nadie se debe enterar
Ya había terminado de orinar y mientras bajaba la palanca del sanitario me acomodaba el pito dentro del calzón, pero justo cuando iba a abrocharme el pantalón sentí a mis espaldas que la puerta se abría, me sorprendí pero me quedé quieto, en el espejo ví que era doña Esther la que había entrado, rehuyó mi mirada y se quedó junto a mi, pegada a mi espalda percibí la carnosa protuberancia de sus chiches, y ahí se quedó unos instantes recargando su rostro en mi hombro, hac...