Amante
¿Quién visita al abrigo de la noche?
La caricia reptó sobre las curvas de su espalda, en una carne que se abría al paso penetrante de las uñas, cuyo tacto electrizante disparaban ondas de cosquilleos que estremecían los músculos de su cuerpo. La mano se abrió entorno a su cabeza y los largos dedos la envolvieron, hundiéndose entre los mechones desordenados de su cabello negro, sembrando caricias que producían punzadas de dolor al retorcer las raíces del pelo.
Luego descendió por su rostro, serpenteando entre las curvas que formaban los r...