La promesa (parte II)
Desperté en sus brazos, en Madrid, y sus labios fueron lo primero que encontré cerca de mi.
A la noche siguiente la calesa fue a recoger a Sebastian. Yo ya no tenía nada allí, todo había desaparecido, y él insistió en que le acompañase, a pesar de que yo no conocía nada más lejos de mi bosque. Fui con él, y cada detalle que veía me asombraba, pero no podía acercarme mucho, pues el sol me hería como el fuego. Tardamos poco menos de tres días en llegar a Madrid, y a mi me parecía enorme, nada comparado a lo que había visto en toda mi vida, aunque añoraba mi bosque, el olor puro del aire de Tarragona...