Aquellos ojos azul cielo.
La maldita ametralladora se me estaba clavando en el hombro. ¿Quién me mando a mí alistarme en el ejército? Con lo agusto que estaba yo en casa.
La maldita ametralladora se me estaba clavando en el hombro. ¿Quién me mando a mí alistarme en el ejército? Con lo agusto que estaba yo en casa. A estas horas estaría tumbada en el sofá viendo una buena peli y disfrutando de una Coca-Cola fresquita.
Pero no, mis ansias de aventura me hicieron apuntarme a esta locura que desencadeno en una guerra. Estaba teniendo más aventuras de las que podía digerir.
Llevábamos andando desde el amanecer, puede que 30 kilómetros o algo así, habíamos cruzado una...