Liberando a Laura de prejuicios
Pues mira, no se me había ocurrido. Pero a lo mejor, si tus hijos saben lo puta que eres, alguno quiera meter su polla en tu gordo y apestoso culo. Puede que hable con ellos.
Allí estaba esperándome puntual. Como todos los jueves desde hacía tres meses. En la acera y paseando nerviosa de un lado a otro. Con su sobrio y elegante traje chaqueta de profesional del derecho que sin embargo no podía ocultar su verdadera vocación de maruja y ama de casa que yo estaba destruyendo sistemáticamente por una mera apuesta con mi sobrino.
Toqué la bocina y subió al coche, agitada y nerviosa como siempre.
- Fran. No sé si debo ir. Me da que va a salir mal. Sabes que me gustan...