El pequeño melón

Edu se bajó el bañador y el pene quedó erecto, poderoso. Me pareció que no iba a caber en la pequeña abertura del melón, pero se acercó y empezó a mover el capullo por la pulpa. Ahora empujó el pene hacia el centro del melón, haciendo que las pepitas se desparramaran sobre la mesa.

Necesitaba un rato a solas, lejos del jaleo de la casa. Con tanta gente reunida en un espacio que se había hecho pequeño, aquello era una cacofonía de voces, chillidos, vajillas chocando y muebles arrastrándose. Pero yo ya había encontrado el rincón perfecto en la finca de mis tíos: un cobertizo que hacía las veces de almacén. Así que salí de la casa con los cascos puestos y entré en la pequeña construcción. Una cortinilla hecha con tela de saco separaba la parte más iluminada, con frigoríficos y congelador...

Hermana mediana

¿Qué miraba? ¿Mis pechos moviéndose? ¿La polla de Jorge apareciendo y desapareciendo con mis gemidos? ¿Mi mano entre mis piernas para mostrarle cómo me corría por segunda vez? Estaba segura de que miraba mis pechos moviéndose y mi cara desencajada.

Era un día especial, de los que esperas con muchas ganas. Había quedado con Jorge en el parque de abajo de casa, en el banco de siempre. El estaba que se salía, con las manos en mis piernas o muy cerca de las caderas, casi tocándome los pechos. Yo se las quitaba, pero en realidad estaba súper excitada y deseaba que me acariciase. Había quedado con él porque esa mañana teníamos mi casa libre, pero le cité en el parque para tener un calentamiento previo, y también para poder tener la posibilidad de cambiar de...

Jardín silvestre

Yo no sabía reaccionar ante el descaro de mi vecina. Otros días me decía, haciendo un amago de masturbación al perro, "¡Cómo le gusta que le laven ahí!". Lo que más me confundía era que a renglón seguido se pusiese a hacer otra cosa...

Hubo un tiempo en el que solía pasar el verano con mis abuelos. Vivían en una casa antigua, con un buen jardín grande, muy bien cuidado por mi abuela. A un lado de éste, unos árboles y arbustos tapaban la valla que nos separaba de los vecinos. En mi exploración por el lugar, pronto descubrí un pequeño rincón que quedaba apartado del resto de la estancia. Pegado a la valla, casi siempre había sombra allí y acabé llevándome una butaca de playa que mi abuelo tenía abandonada en aquel garaje reconvertido en tra...

Donde Eulogio (y 3)

El viejo se tuvo que dar cuenta de que dejaba expuesto mi ano, pero me ignoró. Era cuestión de tiempo, poco, que me corriese, pero estaba determinada a tener algo más de él. Quería tener al anciano encima, su barriga sobre mí.

La señora Juana echó las manos atrás para ayudarlo, llegando a rozar las del anciano. Se tocaban y se hablaban con mucha familiaridad. A la vecina se le escapó un pequeño gemido y a éste le siguieron unos cuantos. No parecía fingir, en absoluto. Eulogio empezó a masturbarse y la señora Juana se dio cuenta.

— No sea así don Eulogio, ¿hoy tampoco quiere meterme el pene?

Eulogio se puso de rodillas, creí que la iba a penetrar, pero no fue así.

— Sácate las tetas, Juanita.

Ella se giró y...

Donde Eulogio (2)

El viejo se masturbaba ahora con el pene hacia arriba y podía ver sus generosos testículos fuera de la bragueta, moviéndose al ritmo de la mano. Tuve que parar de tocarme otra vez si no quería correrme.

Aparté su mano de mi boca, sacando el dedo de mis labios y él se quedó absorto mirándolos. Un hilo de saliva había quedado suspendido entre el pulgar y mi boca, hasta que finalmente se desplomó en la barbilla. El viejo me miraba con mucha lascivia, pero no se movió. Pudiendo hacer conmigo lo que hubiese querido, no hizo nada. Me dije que yo no iba a ceder: si Eulogio no pedía más, yo no se lo daría. El pulgar seguía rígido y volví a chuparlo. El viejo tonto podía haber tenido su pene en mi boca y no quiso,...

Donde Eulogio (1)

Y conforme mi curiosidad aumentaba, me iba mostrando más descarada, reclinándome en la silla o abriendo demasiado las piernas, haciendo que la mirada del viejo se desviase hacia mi cuerpo.

Uno de los recuerdos más intensos de mi adolescencia proviene de la pequeña tienda que había en los bajos de nuestro edificio. Era de las antiguas, de las que vendían de todo: patatas, legumbres, pintura, artículos de ferretería... si había un artículo que se necesitase a última hora, se bajaba a donde Eulogio, que seguro lo tenía. Y en el barrio todos sabíamos dónde estaba el "almacén de Eulogio".

Eulogio era un señor mayor, con el pelo muy cano y algo grueso. Era tan mayor, que todos los años creíam...

Ocupado

Sujeté su mano y le ayudé a apuntar. Primero entre mis piernas, pero no me resistí a hacer que pasara por mi sexo otra vez. Mientras recibía esos pequeños pulsos en mi clitoris, pude notar que su pene empezó a tomar vida propia.

Fue en casa de mis tíos y sucedió por una mala costumbre que tengo: cuando conozco el lugar suelo ir sin encender luces y sin cerrar del todo las puertas, y esto lo llevo a su máxima expresión. Yo estaba en su cuarto de baño principal, sentada en la taza del inodoro. Frente a mí, una puerta me separaba del resto del aseo. Me bajé el pantalón y las braguitas y esperé a que comenzase a salir el pipí, ya que siempre tardo un poco. Pues oigo cómo se abre la puerta del baño y al momento la del water. Me veo a mi...

Lola

Puso una mano detrás, entre la nalga y el muslo, acercándome a ella. Pasó dos dedos por la rajita, muy suave, haciendo que el clítoris se marcara más en el bañador. Los dos dedos subían y bajaban, apretando lo justo para rozar mi botón. Mi marido se acercó, pasando detrás, acariciando mi barriguita.

Mi marido volvía del gimnasio justo a tiempo cuando entró en casa. Como salí a recibirlo con un bikini blanco, se me quedó mirando extrañado.

— ¿Qué haces? —me preguntó.

— Probándome unas cositas ¿Te gusta? —me di la vuelta.

— ¿Vamos a ir a algún lado?

— ¡No! ¡Que me estoy probando unos bañadores que he comprado! ¿Te gusta o no?

Volví a darme la vuelta. Esta vez me miró mejor. El bikini era más escaso de tela de lo que suelo usar habitualmente y eso no se le pasó desapercibido....

La app olvidada

Hay un hombre tumbado en nuestra cama masturbándose con una gran verga fláccida mientras mira cómo el otro, con las piernas algo dobladas, se beneficia a mi mujer. Me voy a volver loco. Pero no puedo dejar de mirar. Me doy cuenta de que mi pene interpreta la escena de forma distinta.

La mañana en la oficina está siendo terriblemente tediosa. En nuestro departamento puede cambiar todo de un momento a otro, pero por la hora que es, parece que no va a ser el día. Aburrido de leer noticias en el móvil, me dedico a liberar memoria borrando archivos. Cuando me canso de eliminar fotografías y vídeos antiguos, me centro en revisar las aplicaciones, encontrándome una de la que había olvidado su existencia. Habíamos tenido un perro hasta hacía pocos meses, y cuando salíamos de casa sin él, nos pr...

El refugio

Volví muy excitada a nuestro dormitorio sin haber tomado ese vaso de agua. Me metí entre las sábanas y me tumbé boca abajo, tocándome el clítoris y buscando el pene de mi marido con la boca. No me costó endurecerlo. Mientras me masturbaba, intentaba recrear lo que acababa de ver.

A mediados de enero mi marido y yo fuimos a pasar el fin de semana en una casa rural de media montaña. Como viene siendo habitual, yo no me decidí a hacer la excursión hasta unos días antes, y como castigo me tuve que encargar yo sola de elegir el lugar y hacer la reserva con premura y sin prestar atención a los detalles. Tras dos horas en coche, al fin alcanzamos nuestro destino. El entorno era precioso, más de lo que podíamos imaginar, y encontramos una casa moderna pero con un estilo rústico muy acogedor...