Gozando con el engaño
Penetrada reiteradamente durante toda la noche, no comprendía como un solo hombre podía hacerlo. Exhausta y al límite, con el amanecer lo entendí todo...
«¡Qué mal se conduce con tacones, joder!». Pensaba en lo poco acertado de la indumentaria, adelantando una hilera de camiones que ocupaba el carril central. Contestaba a sus bocinazos con el codo apoyado en la ventanilla y mostrando el dedo de manera explícita, hasta que me di cuenta de que el desvío estaba a pocos kilómetros. Me ceñí al lateral. Nunca he sido agresiva conduciendo, pero andaba nerviosa con la mandíbula agarrotada y el corazón palpitando, efecto de los chicles que mascaba. Había dejado...