Diario de Cocó

No sabía que tuviese una tía abuela en París, pero me enteré cuando murió. No entendí los prejuicios de mi familia y porque me habían negado su existencia: Lo bautizaron con el nombre de Olegario, pero en París se hacía llamar Cocó.

Sucedió en 2003. Una burbuja de aire tórrido alcanzó Centroeuropa, y el trópico llevó a París, no salsa y merengue, sino velatorios. Los áticos chapados de zinc, acostumbrados a soportar lloviznas eternas y un sol desvaído, se convirtieron en hornos bajo la canícula, y muchos ancianos murieron asados como pollos en sus apartamentos precarios. Cocó estaba entre ellos. Era mi tía abuela y yo, su único descendiente. En realidad se llamaba Olegario pero cambió su nombre de pila. Me citó en sus últimas voluntade...

Esa madura que se reía como nadie

Lorenzo acude a la boda de su prima, donde tendrá una morbosa experiencia con una tía materna del novio.

Volví al pueblo para asistir a la boda de Pilar y, de paso, quedarme unos días en casa de mis padres. Mi mente tortuosa no podía imaginar ni por asomo lo que me sucedió en ese evento. La expresión «me sucedió» me deja como sujeto pasivo de los hechos y eso no sería del todo justo. Yo también puse de mi parte.

Pilar es mi prima. Siempre fue un coño inquieto, inestable y muy excéntrica. Si cortaba las uñas al canario quería ser veterinaria; y si se depilaba las cejas, cirujana estética. Decía entender d...

Alcanzando el paroxismo con mis groseras maniobras

Buscando el polvo perfecto me topé con esos consoladores monstruosos. Fue la paja "casi perfecta".

Tengo 34 años, estoy maciza y no voy a pedir perdón por ello. No tengo un cuerpo de esos, estilizados, a los que las minifaldas o escotes realzan y convierten en más elegante. Esa indumentaria me transforma directamente en una zorra de polígono industrial. Mi culo y muslos rotundos y mis tetas desbordantes no sugieren veladas románticas en restaurantes de cinco tenedores sino sexo inmediato, y los hombres se acercan a menudo para preguntarme «qué, cuánto y dónde». No tengo complejos y lo asumo, igual que as...

Un diablo de sastresa

Lorenzo piensa que la elegancia no es cosa de unos pocos y acude a una sastrería. Allí le atenderá una sastresa madura con una particular visión del negocio y de lo que supone el «valor añadido

Me acercaba a la treintena. Las cosas no iban mal, el negocio funcionaba, y la paz espiritual que ello conlleva me estaba ensanchando la talla. No me gusta el ejercicio que no sea de cama, ni los gym , ni el correr, ni las saunas donde sudar manteca sin sentido. Prefiero que la vida siga su curso y adaptar mi cintura a ello. Reflexioné: Ya no eran para mí esas chupas de cuero ni esa imagen de chulito adolescente, ni siquiera lo eran esos trajes previamente confeccionados que me compraba en las tiendas...

Madura y viciosa en el tren de la costa

Ni en los trenes están libres las maduras de la salvaje atracción que ejerce sobre ellas, Lorenzo, y tampoco él se siente libre de sus morbosas influencias. Siempre se juntan el hambre con las ganas de comer.

Aquel día me levanté flojo y no me sentía especialmente seguro de mi mismo. Me arrastré bostezando hasta el baño para realizar allí mis abluciones. Esquivé la ducha para ahuyentar el fantasma de la sequía y, tras quitarme las lagañas como un gato, me mojé el pelo peinándolo hacia atrás como un galán casposo de cine mudo. Esa visión tan masculina me animó algo y guiñé un ojo a la imagen del espejo, complacido con esa cara abotargada y sin afeitar, mientras embuchaba la verga en los pantalones más macarras qu...

Amor licántropo

No tenía claro que me gustasen los transgénicos, pero por probar...

Una barba sin pelo es como seda gastada

que huele a espliego y a violeta cortada,

prefiero tus besos con púas de acero

y sentir ese aroma de lobo montero.

No espero mano, de suave caricia,

¡aráñame, muérdeme! eso sí que me envicia;

la noche oscura se puebla de lobos

y de espectros horribles surcando el Estigia.

No quiero untarme con crema hidratante

porque sé que te gusta ese olor a carne;

cena o desayuno seré si tu quieres,

tripa y mollejas...

Nunca es tarde para perder el virgo

¿Es posible que una mujer llegue inmaculada a los 39 y vaya a un burdel para que la desvirguen y la ofrezcan de puta? Suena rocambolesco, pero también parece raro lo de que el hombre llegó a la Luna y pocos lo discuten. Así me lo contó Lorenzo y yo apuesto por su historia:

Hay veces que, sin ser violento, hay que ser resolutivo. Ella gritó como un caniche al que le hubieran pisado la patita sin querer. Fueron unos chillidos agudos, entrecortados, que poco a poco se fueron apagando en la medida que el recto dilataba. La saqué suavemente y volví a metérsela mientras acariciaba sus pechos con mis manos. Iba a correrme dentro de Silvia, esa mujer que yo no había buscado, sino que había acudido a ofrecerse. ¿Debía sentir culpa por verla convertirse en puta, partida por mi verga? ...

Trabajando de jardinero

Lorenzo conoce por fin lo que es arrimar el hombro con el trabajo duro. Pero dos maduritas sabrosas: Puri T., la dueña ; y Elvira, la sirvienta, lo sacan del buen camino y le hace incumplir una de las normas más básicas de la convivencia: “Nunca metas el carajo, donde tengas el trabajo”

No se a quien salí. Supongo que a mi madre, porque mi padre siempre fue un santo hombre y nunca pretendió ser el chulo de nadie. Siempre nos trajo el metal que necesitábamos en todas sus formas, desde el circular y acuñado en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre; hasta el fundido y moldeado como mueble de jardín o barbacoa para que nos solazáramos en eventos sociales de fin de semana, churruscando butifarras y costillares adobados previamente. Pero todo tiene un límite e incluso alguien despiadado c...

Buscando alivio en el cine X

Lorenzo necesita una mano amiga con la que desahogarse y, aunque apenas quedan cines X, encuentra una sórdida sala rescatada del pasado. Dos maduritas cumplirán su cometido, pero le espera una sorpresa...

No volví a toparme con él en mucho tiempo. Lorenzo ya no andaba con mi amiga Casta y un día lo encontré sentado en un banco tomando el sol. En horas laborables, sólo los perros, vagos y jubilados podían hacerlo en la esquina de esa plaza; un abrigado entorno que prometía sosiego y vida eterna a los ancianos más allá de sus achaques. Me acordé de la historia de Tona ( http://www.todorelatos.com/relato/73805/ ) y me picó la curiosidad. Me acerqué y le saludé cordialmente:

-Hola, Lorenzo, el...

Madura, viuda y virgen

Lorenzo acoge en su casa a una conocida de su madre que acaba de enviudar. Un día descubre que sus gemidos no se deben al duelo sino a otros motivos. Él hará todo lo posible por consolarla y darle alivio...

Lorenzo era un chulo en sentido estricto, aclaro: un proxeneta auténtico y no de esos machitos engominados que sólo roban almas y no dinero. Entre la bolsa o la vida, no sabría con que quedarme; porque tampoco es vida acabar entre hipotecas, el fisco o un macarra metiendo cuchara. Pero mi amiga Casta parecía tenerlo claro, ya que seguía en brazos de Lorenzo y vendida a mal precio para pagarle los picos. Algunas mañanas, me topaba con él en el bar cuando iba a tomar café. A veces era un «hola» o «qué t...