Puto Hígado (1)
La imagen, ya de por si hipnóticamente erótica se caldeó todavía más cuando Rosario, recibiendo dentro de su boca la lengua de su amante, abrió los ojos para mirarme fijamente, sosteniendo la visión durante quince bullidos segundos Mira lo que me está haciendo amor. No eres tú y me estoy empapando para luego, regresar al tajo dejándome allí, de pie mientras las puertas se cerraban, fuera y desamparado, solo y notoriamente empalmado.
El día en que mi hígado dijo basta, Rosario permaneció al lado.
Con treinta y cuatro años, sin nicotina, sin apenas alcohol y una vida que, sin ser deportiva discurría por cánones saludables, nadie esperaba que la salud se me quebrara de manera tan
repentina y taxativa.
Mis conductos biliares estaban obstruidos y los jugos gástricos, desparramándose por el organismo, dotaron a mi tez de un enfermizo tono amarillento y al resto de mi existencia, de la obligación de controlar, meticulosa...