Apuesta Perdida (10)
Ávidas de sensaciones perversas, la gran mayoría de aquellas mujeres a las que no hasta hace mucho tiempo Aldana tenía por amigas o vecinas, ahora se arracimaban en torno a ella para gozar de su martirio. Parecía que casi ninguna quería perderse el espectáculo de verla sometida y humillada.
“Buenas tardes a todas – saludó Virginia jovial, pero sin perder su talante orgulloso. Gracias por venir”
Las damas que se agrupaban junto a la piscina parecían no dar crédito a sus ojos: algunas mostraban estupor, otras sorpresa, otras parecían maravilladas por lo que estaban presenciando. Una especie de exclamación a coro surgió al momento de ver a Aldana marchando a la zaga de Virginia. Pude sentir en mí la vergüenza indecible que mi mujer debía estar viviendo al ser presentada de aquella form...