Dolor y placer
¡Zas! El siguiente cayó sobre mis tiernas nalgas, haciéndome templar los músculos y cerrar los ojos al sentir el dolor. Pero en lugar de desagradarnos aquel dolor nos excitaba, sentí como mi sexo se humedecía y miré a Sonia, que me miró sonriéndome pícaramente.
DOLOR Y CASTIGO.
¡Hola, mis niñas! - Nos saludó nada más entrar en la habitación.
Sonia y yo estabamos sentadas sobre la cama, desnudas ambas, una junto a la otra. Como a él le gustaba. Ambas llevábamos el pelo recogido en un par de coletas a lado y lado de la cabeza, anudadas con lazos rojos. Era parte del juego. Un juego que había empezado hacía ya tiempo y que a ambas nos encantaba.
Elías cogió una silla y la puso frente a nosotras, sentándose en ella. Llevaba la fusta en s...