Abra la boca, doctora.
Esta mañana llegué a la consulta de mi doctora con dieciocho centímetros de calentura.
Miro el reloj antes de salir de casa, son las ocho menos veinte. Debo llegar al centro de salud a primera hora, antes de que los médicos empiecen a atender pacientes a destajo y vayan acumulando retraso y mal humor. Al menos hoy no he tenido que madrugar tanto como otros días, ya que no voy a salir de la ciudad.
Me miro en el gran espejo que tengo en la entrada de mi casa. En la tintorería han hecho un gran trabajo, mi traje está más liso que una pista de aterrizaje, como recién salido del Corte Inglé...