Las cinco amigas (14)
Mi rubia tutora tuvo que consolarme con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras. Yo, por mi parte, estaba más que dispuesta a dejarme mimar. Me apoyó sobre su pecho, grande y duro, hasta que mis lágrimas, que por fin habían salido en torrente, amainaron de nuevo.
***Decimocuarta parte*****
Mi rubia tutora tuvo que consolarme con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras. Yo, por mi parte, estaba más que dispuesta a dejarme mimar. Me apoyó sobre su pecho, grande y duro, hasta que mis lágrimas, que por fin habían salido en torrente, amainaron de nuevo.
Después del cambio, los primeros reconocimientos no son agradables, lo sé me decía, cuando iba recuperando mi compostura. Ni siquiera conoces aún tu cuerpo como para que te lo...