Le fui a dar ungüento al abuelo y acabe yo servida
Lo abrió con los dedos sin miramientos y metió la lengua hasta el fondo, retorciéndome de placer sobre su cuerpo a la vez que agarraba aquel rabo ya totalmente duro que apenas podía abrazar con mi mano, pues la circunferencia era tan gruesa que estaba asustada.
Una de mis mejores amigas me llamo para que le ayudara y le llevara el ungüento que utilizaba para los golpes y torceduras que un día le había dejado y le fue bien, cuando se torció un tobillo haciendo deporte las dos por el monte.
Me dijo que era para su padre que había venido de visita unos días, tras haberse quedado viudo y que ayudándole a montar la cama donde se iba a quedar, le había dado un lumbago, y ella iba ya camino del trabajo y no había podido ir a buscar nada a ninguna farmacia de gu...