Hermann, el alemán
Me espero de nuevo y me alegré de poder disfrutar de aquella polla gorda, y del cuerpo atlético de un hombre muy maduro, pero el quiso ser mío y le poseí con pasión
No había pasado aún una semana y Hermann, el alemán, se presentó de nuevo a la salida de mi trabajo. Nos dimos la mano cordialmente, como dos conocidos. Quería verme de nuevo, pero esta vez a solas. Por fin supe su nombre: Hermann.
- ¿Cuándo? –le pregunté sin más preámbulos.
- Cuando tengas un par de horas libres. Lo antes posible.
- Mañana.
Al día siguiente era viernes. Podría disponer de toda la noche si me apetecía. Después de pasar un buen rato con él, podría es...