La virgen cuarentona
Un fulano llamado Borja se vale de su condición de Jefe para cepillarse a una empleada cuarentona, beata y virgen que está mucho más buena de lo que aparenta.
Desde la ventana de mi despacho la veía llegar cada mañana: paso corto, rostro serio, mirada huidiza. Parecía poco agraciada, vieja incluso, debido a que ocultaba sus encantos detrás de unas horribles gafas de pasta y debajo de faldas y chaquetas de señora mayor catequista. Hasta solía usar zapatos amachados, de cordones, y se recogía el pelo en un moño estilo años del catapún.
Mi obsesión por Begoña surgió a raíz de escuchar ciertos rumores que circulaban en la empresa:
«No ha conocido macho en...