La nueva vecina
Solía espiarla cada mañana por su ventana, como sugerente en sus estrechas faldas caminaba por la calle, siempre a la misma hora. No la quitaba ojo hasta que cruzaba la esquina. Era una rutina diaria tan repetitiva como el desayunar cada mañana. «Ojalá fuera mi desayuno» pensaba.
Solía espiarla cada mañana por su ventana, como sugerente en sus estrechas faldas caminaba por la calle, siempre a la misma hora. No la quitaba ojo hasta que cruzaba la esquina. Era una rutina diaria tan repetitiva como el desayunar cada mañana. «Ojalá fuera mi desayuno» pensaba.
Entonces se paraba en el espejo y se miraba a través de sus amplias gafas de pasta y sacudía la cabeza. Recordaba sus coincidencias por los pasillos del edificio, cada día la encontraba con un acompañante nuevo, de distinta c...