Alcanzando el paroxismo con mis groseras maniobras
Buscando el polvo perfecto me topé con esos consoladores monstruosos. Fue la paja "casi perfecta".
Tengo 34 años, estoy maciza y no voy a pedir perdón por ello. No tengo un cuerpo de esos, estilizados, a los que las minifaldas o escotes realzan y convierten en más elegante. Esa indumentaria me transforma directamente en una zorra de polígono industrial. Mi culo y muslos rotundos y mis tetas desbordantes no sugieren veladas románticas en restaurantes de cinco tenedores sino sexo inmediato, y los hombres se acercan a menudo para preguntarme «qué, cuánto y dónde». No tengo complejos y lo asumo, igual que as...