Un polvazo especial
Cómo la vida misma te trae lo más bonito y lo más feo que le puede pasar a un gay.
Tenía veintidós años, toda la vida por delante, un mundo prometedor, una familia que me quería, unos amigos que me apreciaban y amaban de verdad y una pareja que se desvivía por mi, y ahora casi que todo aquello que me había forjado con los años era un tremendo final oscuro y tétrico.
Mi homosexualidad era bien conocida por todos desde bien joven, creo que con dieciséis años ya lo dije en mi casa, tenía claro que a mí me gustaban los chicos y por supuesto que no fue nada fácil aquel trámite, tanto par...