Los claveles marchitos de la Revolución (cap. 8)
Teresa regresa a Lisboa completamente hundida, víctima de una arbitraria decisión paterna. Lucinda debe viajar a España por un asunto de fuerza mayor, sin sospechar que su vida va a dar un giro de 180 grados en cuestión de semanas. Bruno intentará hacerla entrar en razón, sin conseguir su objetivo.
Al día siguiente, Lucinda se levantó de un humor de perros, todo lo contrario que su huésped, un sonriente Tiago que parecía haber rejuvenecido varios años, como si el hecho de dormir en una cama de hierro del tiempo de Maricastaña le hubiera insuflado unas gotas del elixir de la eterna juventud. En realidad, Tiago no había dormido nada aquella noche, y menos aún en aquella condenada cama, pero ahí estaba él, tan fresco, anudándose la corbata para ir a trabajar y con una sonrisa de oreja a oreja que Lucinda...