Nunca he visto antes a esa mujer

Nunca he visto antes a esa mujer y es ahora, en este sublime momento, que aparece por una puerta, sonriendo nerviosa, baja la vista al suelo, avergonzada. Es aún más hermosa de lo que había imaginado. Luce (des)vestida con unas medias negras y una especie de body algo transparente.

Nunca he visto antes a esa mujer, al menos nunca en persona. He visto fotos de ella, casi todas las que ella me envió, en las que estaba completamente desnuda. A pesar de eso, a pesar de que había hablado mucho con ella: nunca la había visto antes, y eso que la conocía desde hacía mucho, casi medio año. Ahora que todo es excitante, mi mente se niega a recordar mis desencuentros con ella. Tuve mucha paciencia, pero eso no tiene mérito porque cuando intuyes que algo te va a gustar, tu paciencia se multiplica....

Hagámoslo, si

Antes de empujar la puerta, la sumisa respira hondo. ¿Y si se está equivocando? Han hablado y mucho y sabe lo que va a suceder, pero desconoce quién va a hacer que suceda. ¿Y si dentro hay media docena de hombres dispuestos a violarla?

La sumisa acaba de llegar a la puerta de la casa de su amo, ella aguarda fuera, moviendo un pie en círculo, observando la puerta entreabierta. Del interior le llega una tenue luz, olor a incienso y también un agradable calor. Un hogar, claro. El hogar de su amo. En realidad, nunca le ha visto, aunque tampoco le verá hoy. La sumisa va vestida como le ha ordenado su amo, con un vestido negro corto, medias negras también. En cuanto su amo le dijo como debía vestir ella supo exactamente que vestido coger. Ese v...

La bailarina

Ella era una bailarina, yo soy escritor. Nos encontramos aunque la casualidad tuvo poco que ver con eso. Después lo supe aunque ya era demasiado tarde.

Ella era una bailarina en tanto en cuanto significa la perfecta definición de la palabra: delgada y espigada, no demasiado alta, con el pelo lacio y negro por debajo de los hombros. Era bailarina incluso en la definición de sus rasgos, los ojos grandes, la nariz algo aguileña y unos finos labios apenas sin color. Su piel era limpia y clara, sus curvas eran insuficientes y movía sus pies como si la gravedad fuese algo ajeno a sus leyes. No sé qué edad tenía, quizás veinte, puede que veinticinco. Que puedo sa...

El primer momento

Paulatinamente comenzó a darle ordenes, primero como un juego, ordenes casi infantiles que ella debía cumplir en su día a día, hasta que un día el la ordenó que llamase a cualquier teléfono al azar y dijese que era una sumisa, una esclava, que lo dijese en voz alta.

Ella había leído relatos, había visto alguna película sobre el tema, incluso había leído esa saga de libros sobre sasdomasoquismo de los que todo el mundo hablaba. Cada vez que leía, escuchaba, miraba toda esa ficción ajena, el alma se le encogía un poco más adentro en su pequeño pecho, consciente que todo aquello la definía perfectamente: sus sentimientos, sus miedos, sus virtudes. Aunque hablasen de otras personas todas esas personas sobre las que leía, eran ella. Por un lado, eso la hacía sentirse bien,...

El depredador aficionado

Cerré los ojos e intenté pensar en cualquier otra cosa, era tan solo un pene dentro de mi culo, lo habían hecho otras veces (siempre con mi consentimiento) así que simplemente me propuse ver sus actos como algo físico, intentando separar mi mente de mi cuerpo.

El depredador

A menudo pienso. Comienzo a pensar y pienso una vez más el por qué hemos llegado a este mundo. Y es entonces cuando también pienso que, si nunca hubiésemos venido, las cosas tan solo serían un poco diferentes, pero el mundo continuaría ahí girando sobre sí mismo, las personas somos una mera anécdota. Pienso que si me hubiese quedado en el vientre de mi madre unos meses más (unos años más) seguiría sin pasar nada. Las mismas guerras y las mismas miserias. Los mismos pedrastras en las...

El robo de la sumisa

Arrebatarle una sumisa a otro amo no es algo que me llene de orgullo, pero aquella mujer merecía algún tipo de sacrificio. Incluso hacerla creer que a mí me gustaban los castillos, mazmorras, oscuridad, cuero, potros o látigos. Cuando no es así.

Castillos, mazmorras, oscuridad, cuero, potros o látigos. ¿Qué puede importar todo eso cuando en realidad el juego del BDSM se establece de manera intelectual? Huyo de los fetiches porque me dan risa, es simple. No pretendo menospreciar con esto a todos aquellos que utilizan en el BDSM la parafernalia propia de la adaptación de un relato de Edgar Allan Poe. Pero creo que la intelectualidad debería ser suficientemente poderosa para no tirar de toda esa imaginería propia algo más ficcional que real. No lo cri...

Cualquier viernes

Imagino que cualquier viernes por la noche vendrás a mi casa. ¿Qué importa lo que podría hacer? Porque voy a hacerlo todo y tu… no vas a resistirte.

Imagino que cualquier viernes por la noche vendrás a mi casa. Solamente entrar por la puerta te empujaré contra la pared y mis manos masajearan tus pechos mientras mi lengua explorará tu boca. Después comenzaré a morderte el cuello sin dejar de sobarte las tetas por encima de la ropa. Después te arrastraré hasta el comedor y te lanzaré contra el suelo, es parqué, no estará frío, pero caerás como un peso muerto, puede incluso que te lastimes. Eso me da igual. Después te quitaré toda la ropa, no dejaré ni un...

La violación de Sandra (1)

Conocí a Sandra en Tinder, esa maldita y endiablada aplicación para teléfonos móviles donde, de repente, te aparece la foto de una persona desconocida que sonríe, o escala una montaña, o se fotografía delante de un espejo.

La violación de Sandra (1)

Conocí a Sandra en Tinder, esa maldita y endiablada aplicación para teléfonos móviles donde, de repente, te aparece la foto de una persona desconocida que sonríe, o escala una montaña, o se fotografía delante de un espejo. Entonces mueves tu dedo hacia la derecha o hacia la izquierda con la ligereza de quien se ata los cordones de los zapatos o lanza un bostezo a la nada. Asi de trivial se han vuelto las relaciones sociales. ¿Qué hago yo en Tinder? De acuerdo, lo reconoz...

La imaginación está en la punta de los dedos

Mientras seguían al coche, Lorena no podía dejar de imaginar aquellas manos por encima de sus pechos, pellizcando sus pezones.

Lorena caminaba por la calle observándolo absolutamente todo. Observaba lo que le gustaba y también lo que no. Había comprendido que para valorar cuánto te atrae has de conocer cuánto rechazas. Lorena daba una rápida ojeada los pies de las mujeres, miraba  con el rabillo del ojo los cuellos de los hombres, lanzaba un vistazo distraído a las manos de los niños y observaba con curiosidad las rodillas de las ancianas. En algunos momentos Lorena escogía a cualquier hombre al azar y le seguía a una distancia pru...

Cualquier día a cualquier hora

La auténtica hazaña consiste en descubrir que necesita la otra persona aunque no lo sepa ni ella misma.

La conocí por Internet (menuda novedad), a veces me da la impresión que no soy capaz ni de recordar la última vez que conocí a una sumisa fuera del mundo de la virtualidad. Fue ella quien contactó conmigo (eso no es ninguna novedad), parecía una mujer inteligente y posteriores conversaciones demostraron que lo era, se dedicaba a escribir -como yo- quizás por eso conectamos rápidamente supongo que porque ambos pensábamos igual y eso nos hacia imaginar que sentiríamos igual. Además ella quería saber lo que si...