Susy, una dulce ama de casa. Eso puede esperar
El rudio de una cuarta nalgada rompió el breve silencio que surgió después de las palabras de Susy, enrojeciendo la parte golpeada, y haciendo chorrear su ardiente vagina. Estaba descubriendo algo que no había sentido antes. Se estaba excitando demasiado al sentirse sometida y golpeada.
Nuevamente se encontraba recostada en la cama, con las piernas abiertas, las rodillas ligeramente dobladas y sus delicados y suaves pies reposando en los hombros del chico; su espalda se arqueaba y empujaba sus caderas hacia afuera para sentir totalmente, y hasta el fondo, la penetración ansiosa y vigorosa. Gozaba enormemente la dura y frenética cogida que le estaba dando Manuel, su “manú”.
Esta vez era diferente, notaba a un chico con el rostro duro, no había ternura, solo deseo, pasión, y quizá hast...