La virgen y el eunuco
Nadie sabía nada de ese eunuco, ni cómo ni porqué había llegado a cuidar el harén del sultán.
Una máscara de inexpresión. Eso era el rostro de aquél eunuco. Unos ojos siempre mirando al frente, los puños cerrados con tal fuerza que los dedos estaban blancos. Nadie sabía a ciencia cierta cómo había llegado hasta el palacio del sultán. Se decía que había sido soldado, pero que fue herido en la guerra. Jamás se supo si había sido un soldado del sultán o uno enemigo. El eunuco tampoco desmintió una ni otra teoría, como nunca desmintió nada. Nadie había oído jamás al eunuco decir ni una palabra. Su...