Las esposas programables
Fantasías que se salen de las fantasías, por culpa de un pequeño detalle: una mordaza.
(Este relato es ficticio, y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)
Ella se llamaba Mónica.
Es una chica Rubia, de 20 años, casi 21. Un poquito baja, con el cuerpo delgado, y unos grandes pechos. Todo quedaba mejor remarcado por unas admirables caderas. De mi punto de vista, toda una mujer.
Ya hacía tiempo que se había iniciado en el sexo. Nada remarcable ni fuera de lo común en sus relaciones. Pero todo empezó después de leer una serie de relatos sobre bondage, y de...