Todo queda en casa
Su madre Amalia era como animalito asustado y con ganas de descubrir nuevos límites... mientras que ambos hermanos eran dos versados copuladores que se divertían con el más morboso de los incestos. Así que dejando a un lado los prejuicios impuestos por la sociedad se liberaron de su lastre amándose.
Amalia regresó a casa tres horas más tarde de su salida, a media mañana. Su cuñado la había encontrado muy desconcentrada y se había preocupado por ella, la había tratado de convencer para que fuera a descansar a casa. Pero lo cierto es que las imágenes de sus hijos follando en su propia cama no paraban de reproducirse en su mente una y otra vez, sumergiéndola en una aureola que le acrecentaba la preocupación. No sabía si hablar con ellos o hacerse la tonta, como si no hubiese visto nada, que todo siguiera...